por Araceli Teixidó

Este año que acaba nos deja algo exhaustos, queremos que pase y olvidarlo.

Se ha sostenido una elevada exigencia física y mental en todos los servicios de salud. La falta de conocimientos sobre el virus, la falta de medios y la incertidumbre cotidiana han obligado a un ejercicio constante de invención que ha podido dejar impresiones deslavazadas en el cuerpo de cada profesional sanitario.

Por otro lado, los pacientes se han sentido asustados, urgidos y esperando del profesional un saber.  Y el profesional se ha encontrado desprovisto para hacer frente a la demanda que ha llegado a su puerta.

¿Cómo maniobrar en las consultas cuando no se tiene lo que se pide? ¿Es posible?

De hecho, a menudo se le pide al profesional lo que no tiene: eso no esperó a la pandemia para manifestarse. Sin embargo, la situación crítica de malestar creada por la pandemia acentúa la brecha que siempre se da entre la demanda del paciente y el saber de que dispone el profesional. Que se posea gran cantidad de conocimiento, no libera de los puntos de no saber a que confronta el ejercicio de la disciplina: sus límites naturales – aquello que no puede curar – y la subjetividad de cada enfermo. Limites en los que la palabra deviene la principal vía.

Finalmente, una nota positiva, los profesionales han constatado algo que también existía pero que quizá era invisible: la fuerza de los lazos entre compañeros. Cuando nos dirigimos a uno u otro profesional, casi siempre señalan el valor reconfortante que ha tenido y tiene la camaradería, el soporte entre pares, con actos generosos de ayuda en un momento determinado, poder compartir las experiencias al final del día o colaborar en investigaciones y proyectos. Esto ha sido lo más liberador que ha ofrecido la pandemia al crear espacios de seguridad, refugios en los que depositar lo más difícil de la experiencia vivida.

Conviene, sin embargo, alertar sobre un peligro constituido por una mala disposición de estos dos últimos elementos: la urgencia y malestar de los pacientes; el refuerzo de los lazos entre profesionales. Estos términos pueden organizarse, como vemos que ocurre en muchos casos, como la tensión entre dos frentes: por un lado los pacientes, por otro los profesionales. Como si fuesen enemigos. Es una deriva que se produce en muchos casos impidiendo a los profesionales poder tomar las riendas de la situación. Frente al  sentimiento de tener que defenderse de algo impreciso, se acaba focalizando el malestar en la queja del paciente. La falta de conocimiento sobre el virus se transforma en una certeza sobre la demanda del paciente. Conviene poner ahí un acento de ignorancia: se observa que el paciente se queja, pero, en realidad, no se sabe qué quiere el paciente. También ahí habrá que investigar, caso por caso. Quizá no se tenga tiempo, pero deberá permitirse a la pregunta quedar instalada entre ambos.

Cuando se trabaja en estas condiciones queda impedida la reflexión sobre los propios actos, su revisión, poder pensar si se está o no de acuerdo con lo dicho y con lo hecho. Es una cuestión estructural que hay que tener en cuenta para poder retomar en otro momento el trabajo de deliberación sobre las decisiones tomadas. Se irá, 2020 se irá, por suerte. Pero quizá no conviene olvidarlo del todo. Habrá que volver para revisar lo que fue, lo que hicimos con él y extraer una enseñanza.

En este curso, la Red psicoanálisis y medicina ha tomado los significantes trauma, urgencia e imposible de soportar para empezar a localizar mejor algunas de estas dificultades.

En el “Taller de la Palabra y Medicina”, hemos empezado a desbrozar los términos trauma y urgencia minuciosamente. No nos conformamos con que se diga que lo inesperado es  traumático o que los pacientes vienen a urgencias porque no saben o no quieren esperar y que hay que enseñarles o adiestrarles. En el corazón del malestar que empuja de este modo, se encuentra un abismo hecho de fragmentos de experiencias del cuerpo que no se comprenden, hecho de encuentros que no se soportan, hecho del vacío de aquello que las palabras no saben nombrar de modo definitivo. El trabajo que realizamos procura avanzar en los elementos que desde la teoría nos ayudan en la intervención asistencial. Pero también lo sometemos a prueba a partir del trabajo sobre los casos concretos que analizamos conjuntamente.

En el nuevo espacio de lectura “Al pie de la letra”, vamos a pensar en cómo se hace  frente a lo imposible de soportar, a los abismos que también anidan en el corazón del profesional y a los que su práctica le enfrenta inesperadamente. Hemos tomado dos novelas con las que daremos vueltas a las preguntas suscitadas y que pondremos de relieve en el trabajo preparatorio y en  cada uno de los encuentros programados.

Mientras esperamos que la ciencia haga su trayecto y encuentre fruto su investigación, seguimos sosteniendo el trabajo que hace nudos de Red para ir dilucidando la práctica cotidiana en aquello que concierne al uso de la palabra y el silencio en medicina.

¡¡Os deseamos un feliz 2021!!

*Araceli Teixidó es psicoanalista de la ELP y la AMP, psicóloga clínica y responsable del Equipo Coordinador de la Red Psicoanálisis y Medicina