Por Cristina Domingo (Barcelona).
En el texto escrito por  dos profesores de Historia de la Medicina*, como Presentación de la reedición en el año 2003 del libro de Lain Entralgo “El médico y el enfermo” publicado en 1969, se plantea que la concepción clásica del enfermo es de desvalido e incapacitado para decidir sobre su enfermedad. En 1973 la Asociación Americana de Hospitales, aprueba la primera Carta del Paciente la cual supone el reconocimiento oficial al derecho del enfermo a recibir una completa información sobre su situación clínica y a decidir entre las opciones posibles como adulto autónomo y libre que es.
Un poquito más adelante, en la misma página 14, se afirma que el enfermo deja de ser paciente (es decir, pasivo) para convertirse en agente, y como contrapunto a esa pasividad consideran activo al enfermo actual que lucha por el derecho a la salud y ponen como muestra el consentimiento informado.
Mi comentario se refiere a que la cuestión de la posición del enfermo se sesga desde el principio de la argumentación. Pues el vocablo paciente viene de pathos, del lat. patĭens,-entis, part. act. de pati, padecer, sufrir**, quiere decir sufriente, que padece (no quiere decir pasivo, aunque es una de las acepciones del término).
El que sufre es activo, ya al manifestar su padecer y cuando se dirige a un profesional sanitario para review consultarle y también cuando se pregunta a si mismo sobre su sufrimiento, ocupando así la posición de agente de su salud.
Al firmar un consentimiento informado para aceptar un tratamiento farmacológico o quirúrgico,  se da importancia a un trámite (que salvaguarda judicialmente al sanitario). Con ese trámite la atención del sufriente se desvía de su sufrimiento y en consecuencia se le desconcentra de su propio cuidado.
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*José Lázaro, Profesor de Historia y Teoría de la Medicina. Departamento de Psicología. Facultad de Medicina. Universidad Autónoma de Madrid.
Diego Gracia, Catedrático de Historia de la Medicina. Facultad de Medicina. Universidad Complutense de Madrid.
** Diccionario de la Real Academia Española