por Miquel Bassols[1]

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Comentario del artículo

El mayor estudio de la historia no encuentra una relación determinante entre genes y comportamiento sexual

La sexualidad humana nunca se dejará atrapar por una explicación reduccionista del deseo, ya sea a través de la genética o de la neurología pero también de la psicología. En primer lugar, porque el deseo que hace específica a la sexualidad humana no puede deducirse de, ni reducirse a, la “conducta sexual” observada. Esta es, de hecho, la constatación más interesante que podemos hacer leyendo el artículo publicado recientemente en la revista Science[2] y comentado a su vez unos días después en un artículo de El País[3].

No es solo que no pueda explicarse el comportamiento sexual por una sola línea de determinación genética — no existe ningún “gen de la  homosexualidad” – sino que la propia orientación o identidad sexual es demasiado difícil de definir a partir de los simples datos observados de la “conducta sexual”. La primera constatación de la investigación queda bien resumida por uno de los autores del artículo de Science, Andrea Ganna: “Es básicamente imposible predecir la actividad o la orientación sexual de una persona por su genética”[4].

Esto no constituye  ningún descubrimiento, es la confirmación de una hipótesis primaria del psicoanálisis.

Pero la segunda constatación, aunque no era el objeto de la investigación, es aún más interesante: la homosexualidad – y lo mismo podríamos decir de cualquier otra posición o elección sexual – “es una definición muy simple que esconde gran parte de la complejidad de la orientación sexual”. De modo que no podemos extraer ninguna conclusión consistente de la observación de la conducta, lo que convierte a la propia investigación comentada en bastante poco científica. Será necesario – podemos añadir desde la experiencia psicoanalítica – escuchar la palabra, el discurso del sujeto que dará una significación u otra a esta conducta para definir su orientación.

De hecho, siguiendo esta otra lógica, podemos llevar las cosas todavía más lejos: el objeto sexual no es lo que define la posición sexual del sujeto. Dicho de otro modo, y aunque pueda parecer fuera del sentido común: se puede sostener una posición homosexual en una relación con alguien del otro sexo – Marcel Proust es un buen ejemplo de ello, como demostró Jacques Lacan – y se puede sostener una posición heterosexual en una relación con alguien del mismo sexo. De hecho, solo es preciso escuchar con un poco más de atención los discursos actuales sobre el poliamor, sobre el cisgénero y el transgénero, para fundar esta hipótesis que ninguna investigación genética podrá nunca contradecir ni verificar.

[1] Miquel Bassols es psicoanalista miembro de la “Escuela Lacaniana de Psicoanálisis” y de la “École de la Cause freudienne». Fue Presidente de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (2014-2018).

[2] Andrea Ganna et al.: “Large-scale GWAS reveals insights into the genetic architecture of same-sex sexual behavior”, Science  30 Aug 2019: Vol. 365, Issue 6456. Consultable en: https://science.sciencemag.org/content/365/6456/eaat7693

[3] Manuel Ansede: “El mayor estudio de la historia no encuentra una relación determinante entre genes y comportamiento sexual”. El País, 30 de agosto de 2019. Consultable en: https://elpais.com/elpais/2019/08/29/ciencia/1567101473_864944.html

[4] Citado por Manuel Ansede en el artículo de El País, opus cit.