por Leonora Troianovski*
Hoy leía un artículo[1] muy interesante sobre el tiempo, a partir de la película 1917 y no pude evitar hacer el paralelismo con lo que estamos viviendo de modo incipiente estos primeros días de confinamiento por el COVID19… El tiempo de la guerra “rompe” con el tiempo cronológico, pero a la vez podemos decir que revela algo de él: el tiempo cronológico es también un tiempo subjetivo, es decir que es una marca simbólica. Este orden en sí mismo es arbitrario, pero una vez instaurado, introduce un orden. Lo propio de la marca (simbólica) es que funciona como referencia. Produce un efecto, que nos organiza y nos sitúa.
Por eso, ¿qué implica el confinamiento? No sólo la interrupción drástica de todo lo que hasta ese momento era nuestras actividades y organización horaria y de desplazamientos (aquí tiempo y espacio juegan la misma lógica), sino también una subversión vertiginosa del sentido de las cosas, las prioridades.
Lo que hasta hace un momento era importante, ya no lo es, lo que era irrenunciable queda en stand by… nos vemos inmersos en una nueva realidad sin siquiera haber notado que nos quedábamos dormidos acodados entre las gruesas raíces del árbol de Alicia: desde casa, ahora, se nos hacen pueriles muchos de los mensajes publicitarios, que hasta ayer mirábamos como si fuera parte de nuestra vida. Algo ya no es igual… pero aun no sabemos bien qué.
En este punto puede aparecer la angustia, justo donde se abre una espera que es espera de algo impreciso, una espera sin tiempo, donde caben todos los miedos. En este lapso de mundo sin tiempo, donde el lugar se convierte en Uno, y su efecto de “detenido-sin salida”; hay formas de contrariar ese estatismo…
El sentido común que circula en las redes, en los medios, entre amigos lo llama “rutinas”. Me parece que son un modo de reintroducir el tiempo en ese tiempo “detenido”. Rutinas que no son sin algo del deseo que las convierte en asidero, en ventana, en viaje, en vida. Una lectura, un trabajo por hacer, una receta de cocina, pequeñas o grandes actividades que poco a poco logran instaurar nuevamente un cotidiano, con sus matices, momentos, esperas… mientras pasa el tiempo y hacemos de ello una experiencia.
[1] 1917, Lo que, del tiempo, es real. Por Dominique Corpelet. En Lacan Cotidiano
*Leonora Troianovski es psicoanalista AME miembro de la ELP y la AMP