por LIANA VELADO*
La ciencia no hace relatos, no construye historias, ni habla de vidas, pero cuenta, cuenta numerando datos de vidas, trozos, cuenta pacientes, series de pacientes, y hace grandes estudios con datos de pacientes. La medicina está de lleno en la ciencia y está tomada por los grandes desarrollos de las últimas décadas en bioquímica, biología, biotecnología, física, farmacología etc. que provocan cambios en la relación médico-paciente y del paciente con su cuerpo ¿Qué cuenta el médico al paciente si le habla en el idioma de la ciencia que es en el que se ha formado? Le habla sobre el organismo y como funciona y disfunciona y cómo inciden sobre él los aparatos técnicos que le estudian y tratan y por los fármacos que actuando sobre él lo modifican y cambian. También los pacientes toman el lenguaje médico científico, en muchos casos identificándose a diagnósticos con los que se presentan y circulan
En otros muchos casos utilizan esos significantes como parte de su hablar, de su discurso y así ahora es difícil tener un paciente en la consulta al que le duela la cabeza, a excepción de algún paciente anciano, el paciente tiene cefalea, o incluso afina más y sabe el tipo de cefalea porque en otro episodio se lo explicó su médico o porque lo vio en Internet y padece migraña, o incluso una cefalea en racimos, por ejemplo. Los médicos hablan mucho de los procesos patológicos al paciente, explican la enfermedad y su disfuncionamiento y cómo actuarán los tratamientos. Es curioso como alguna persona mayor responde diciendo no me explique yo no entiendo, usted es el médico. Algún paciente intenta situar al médico como el que sabe, en el lugar transferencial del Sujeto supuesto Saber y también oímos como ante esto (que podría pensarse como agradable e interesante de la relación médico-paciente para trabajar) algún médico se angustia y responde que no, que es la ciencia quien responderá y le curará, “sólo aplicamos la ciencia”.
¿Qué es el sufrimiento para la medicina científica? Algo a erradicar, está claro, pero a veces no está clara la diferencia entre la enfermedad, el dolor y el sufrimiento. Se puede confundir y tratar todo igual, es lo que ocurre a menudo. Puede haber enfermedad sin dolor, sufrimiento sin enfermedad y también enfermedades graves en el curso de las cuales hay momentos de mucho sufrimiento, haya dolor o no. El horizonte de la muerte o de la dependencia provoca mucha angustia para muchas personas, la respuesta de la medicina es tratar el dolor con analgésicos según escalas, como la escala EVA por ejemplo, muy usada en Atención Primaria. Y tratar el llamado componente psíquico con psicofármacos, que aunque muchas veces le viene bien al paciente no es suficiente, porque no se trata de eso. Lierni Irizar en su libro Banalizaciones contemporáneas aborda el tema de la muerte y cómo se banaliza no aceptándolo, medicarlo es una forma de hacerlo. Acompañar al paciente en ese momento se está sustituyendo por la medicación y no cuenta mucho el médico en ese momento de la vida.
La persecución del bienestar como objetivo de la salud hace de la vida una enfermedad y el médico es el representante y el instrumento al servicio de ese objetivo que se ha extendido vía medios de comunicación y también a través del Sistema de Salud y que los pacientes piden o exigen y que el médico intenta con los recursos de que dispone satisfacer, él también cree en ello y si no lo cree hace como que sí porque en general lo que si se siente es obligado a responder a esa petición. En general el médico, está inmerso también en ese imaginario masivo de sueño cientificista en el que es posible con el amparo de la ciencia conseguir el bienestar completo, físico, psíquico y social, la juventud permanente y la vida sin sufrimiento y completa.
Lo que cuenta el médico al paciente es un cuento, un cuento más próximo a lo truculento de la acepción de la palabra porque hay truco y ese truco es que hay algo que no entra en el cuento, algo que queda fuera, con lo que no se cuenta y que es disruptivo, que molesta, que insiste. La buena salud fue descrita en 1937 por el cirujano René Leriche como el silencio de los órganos, pero hay algo que se opone a ese silencio aunque sus fibras y tejidos estén sanos, el silencio de las pulsiones no es el silencio de los órganos, no son del mismo orden, el silencio de las pulsiones es ensordecedor, es un silencio imposible, un silencio de lo imposible de decir. La medicina cruza, si puede decirse así en un punto al psicoanálisis, en el punto de la articulación del goce como no totalmente negativizado por lo simbólico y el cuerpo, en ese punto. La medicina trata el cuerpo en su parte orgánica la que resiste la mortificación del goce por lo simbólico, pero no se hace cargo de lo que no deja de no escribirse y que habla en el cuerpo. .
El médico cuenta con la ciencia para tratar la enfermedad y hoy el cuerpo al que se dirige, no es el del Ideal simbólico, sino otro partenaire de goce, de goces. Dice Eric Laurent en una entrevista para Telam en 2013 :”El cuerpo enfermo se transforma en objeto de experimentación de nuevos medicamentos, de nuevas máquinas que componen nuevos organismos. Esto supone experiencias inéditas de goce”1. Se han incrementado y sofisticado enormemente en los últimos años los métodos de diagnóstico y tratamiento. Se hacen tratamientos con sistemas tecnológicos y farmacológicos que generan otros síntomas, que modifican el cuerpo, pruebas que penetran el cuerpo y lo visualizan hasta lugares insospechados en el pasado, son experiencias de goce desconocidas hasta ahora, y no sólo en la enfermedad, también tratamientos, pruebas, reconocimientos preventivos en ausencia de enfermedad, recomendadas por el médico y a veces exigidas por los pacientes. La gran variedad de pruebas y de tratamientos cada día más perfectos y sofisticados en el universo de la salud al servicio del goce sin límites hacen las delicias del sistema capitalista porque nadie o casi nadie escapa a la ilusión de la juventud, la belleza y la felicidad y todo ello lo ofrece la palabra salud como objeto plus de gozar sin límite.
En ocasión de intervenciones o exploraciones potencialmente graves, al paciente se le informa y pide que firme su consentimiento. Muchos pacientes viven con angustia la firma de ese documento porque perciben que el médico se desentiende de ellos. Hay un desentenderse de las consecuencias del acto médico, un dejar solo al paciente en un momento de angustia y de incertidumbre. La información no sustituye el saber del médico, el saber sobre el sufrimiento que se le supone, y el paciente se queda solo frente a los datos. El médico queda dañado – si no destituido – de la posición de saber en la transferencia y ésta se resiente. El médico cuenta menos ya.
El contar del médico también está próximo a la contabilidad de los diagnósticos resultado de las estadísticas y de los protocolos, y aunque en medicina tiene su utilidad que agradecemos, no es ni para todos ni para todos los casos.
El médico cuenta en el sistema en el que trabaja como uno más en el organigrama al que se evalúa por su rentabilidad. Cuenta también colaborando en mantener el orden público, haciendo partes de lesiones, informes laborales, acompañando a las fuerzas del orden público para hacer contención química ante disturbios en que se considera que el causante esta agitado, o violento y esa violencia es porque el sujeto está psíquicamente mal. Cuenta también para las empresas farmacéuticas y tecnológicas como el que va a distribuir sus productos, cuentan como vendedores cualificados y a los que convencer- cualificar para ello.
[En este punto, se narra un ejemplo clínico que da cuenta de la dificultad del médico para maniobrar con determinadas demandas que sitúan la responsabilidad profesional, pero también la de los pacientes, al margen]
La medicina como lo que podría dar la felicidad ha pasado a ser tapón de la falla estructural del sujeto que forcluye y el médico como agente de la misma ha pasado a ser, objeto a consumir también en este discurso capitalista que gira incesante. En la relación con el paciente ¿ha pasado a ser una pareja de goce?
¿QUE DICE EL PACIENTE?
Lo que el paciente le dice al médico es su sufrimiento y a pesar de los tratamientos tecnológicos, físicos y químicos de que disponen, muchos pacientes siguen diciéndole que a pesar de estar tan bien equipados o incluso por eso siguen sufriendo.
El paciente no siempre quiere saber qué le pasa y no siempre quiere perder su condición de enfermo, lo dice Lacan en Psicoanálisis y medicina, aunque pide que se le cure y la medicina se empeñe en eliminar los síntomas de su organismo. Por otro lado, el médico tampoco quiere saber del goce del cuerpo, lo que el médico quiere saber en general es tratar los avatares del organismo y cómo gestionar todo el sufrimiento que permanece y persiste subsumido en el mismo, y que hace que la queja del sujeto vuelva en forma de significantes como ansiedad, depresión, contracturas, mareo etc.
La gestión de esto está protocolizada actualmente, cada día aparecen nuevos protocolos, se van cambiando, algunos porque los servicios se saturan otros porque cambian las indicaciones, porque aparecen otras nuevas indicaciones etc.
Muchos médicos, sobre todo los más jóvenes creo yo, dicen no querer implicarse emocionalmente o se quejan de que algunos pacientes pretenden implicarlos en sus malestares – aunque tal vez hay una dificultad para muchos médicos en diferenciar implicarse en el tratamiento de sufrir con el paciente.-. Esto creo que es importante y que embrolla a muchos médicos.
El paciente cuenta para el médico sobre todo como un organismo enfermo al que tratar o susceptible de enfermar y hay que tratar para prevenir que enferme.
Hablamos mucho que el médico ha perdido su autoridad, que la decadencia de los valores simbólicos ha hecho que su figura de autoridad se debilite o se pierda, pero hablamos poco de que el médico también está en esta época de deflación simbólica y tal vez esto también colabora en que no vea o no pueda considerar en el organismo lo simbólico que lo afecta.
Termino con una frase del libro de Lierni Irizar que ya he citado: “Frente a la tendencia contemporánea al reduccionismo, la enfermedad pone de relieve la división, la falta, la dificultad, el sentido o el sinsentido de aquello que nos ocurre”
Liana Velado es Médico de familia. Psicoanalista. Miembro de la ELP y de la AMP.
REFERENCIAS:
Lacan, J. “Psicoanalisis y medicina” en Intervenciones y textos. Manantial. BsAs
Eric Laurent entrevistado por Telam en 2013. http://www.telam.com.ar/notas/201311/41125-la-epoca-vive-una-fascinacion-por-la-violencia-contra-uno-mismo-y-contra-los-otros.html
Irizar, L. Banalizaciones Contemporáneas.Ediciones Beta Milenio, 2018.