por Carolina Tarrida*
Comentario del artículo: ¿Se puede curar al “Dr. Google”?
https://www.diariomedico.com/salud/se-puede-curar-al-drgoogler.html
El recorrido que el autor hace en este artículo en busca de respuestas al problema de la proliferación de informaciones médicas en la red, me parece que vela algunas interesantes cuestiones de fondo.
En primer lugar, vela que hay una confusión de entrada en los términos al plantear el problema. No es lo mismo la información que el conocimiento, y mucho menos que el saber, y en el texto se utilizan indistintamente los tres términos. En Internet – igual que siempre antes ha venido ocurriendo con el boca-oreja del “mi vecina me ha dicho”- se hacen correr informaciones falsas o veraces, sin nada que las ancle a un saber, a algo del orden del conocimiento.
Hace un tiempo atrás sin embargo, había algo que marcaba la diferencia. No se ponía en duda el estatuto que tenían esas informaciones que venían del lado de un cierto saber popular sobre algunos remedios o incluso de algún curandero de la comunidad, respecto al estatuto que tenía el saber que encarnaba con mucho reconocimiento, el médico. Esta sería a mi modo de ver, la segunda cuestión velada en este escrito. No hay distinción entre los lugares. No hay un lugar que logre fijar un saber más fiable que otro.
Este saber además, se jugaba siempre en la relación que cada uno tenía con su médico. No era una información que circulaba anónimamente, ni que pretendía servir para todos. Se trataba de un saber que venía sostenido en el marco de una relación particular.
Tenidos en cuenta estos tres elementos, creo que hay que releer el problema inicial. En mi opinión, ni regulaciones, ni educación psicosocial, ni acreditaciones, pueden anclar algo de ese supuesto saber que circula metonímicamente, sin nadie que responda de ello en nombre propio ni vaya dirigido a nadie en particular.
En la actualidad el lugar del saber no está localizado, encarnado, y circula desparramado con la única guía de intentar fijar en la cifra unívoca, algo de un supuesto saber que se pretende probado científicamente. De ahí, las propuestas que recoge el artículo de regular, acreditar, reeducar, siempre en referencia a la horma de lo cifrable.
Este artículo nos deja con preguntas, cierto, pero yo añadiría otra, de modo distinto: dado el caso, ¿cómo intentar llegar a saber sobre lo que nos pasa en tanto que pacientes, sin pasar por tener que exponer algo de nuestra pregunta en el marco de la relación particular y única con nuestro médico, que se hará responsable de la respuesta que nos da?
*Carolina Tarrida es Psicóloga en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil de la Fundació Nou Barris en Barcelona. Psicoanalista miembro de la ELP y la AMP