En esta ocasión EN LOS DOS SENTIDOS publica tres artículos sobre una noticia:Noa Pothoven: la joven holandesa a quien sus padres dejaron quitarse la vida a los 17 años tras sufrir abusos desde los 11
¿Llegan estos textos un poco tarde?
La muerte en la juventud y, especialmente, su voluntariedad cuando lo que se espera es la plenitud de la vida, abre un agujero que se intenta suturar rápidamente con palabras. En la prensa, gran cantidad de noticias y comentarios han llenado el agujero. Un espacio que, creemos, no debería obturarse. Una Pausa, haciendo honor a su nombre, espera que el primer efecto traumático se apacigüe para empezar a escribir. Esperamos que los textos sirvan para abrir preguntas que permitan no cerrar el agujero si no bordearlo para dejar un poco mejor dispuesto el tiempo de poder pensar en lo ocurrido.
Victoria Vicente apunta al corazón de nuestro malestar: el acto de esta adolescente produce un efecto traumático para el lector de la noticia porque hay un vacío entre todo aquello que se atribuye como causa – los distintos diagnósticos de salud mental – y una decisión subjetiva que excede todo intento de explicación de su deseo de morir. El acto de Noa nos confronta a un vacío.
Carolina Tarrida hace girar su reflexión en torno de la identificación entre acto suicida y patología. La suposición de que lo traumático es igual para todo el que se encuentra con determinada experiencia, deja de lado la particular manera de vivir, deja de lado el problema del goce. La cuestión en juego será qué tratamiento puede constituir una verdadera interlocución para aquel que sufre.
Finalmente, Kepa Torrealdai se centra en el problema de la demanda: ¿se debe identificar demanda con deseo? ¿Cómo problematizar, como abrir el diálogo con el que pide morir? El consentimiento de padres e instituciones también deja un rastro enigmático. En este caso, la pregunta se desplaza a los cuidadores ¿por qué consintieron? ¿Es suficiente apelar a la autonomía en un momento de grave fragilidad?