Por Ángeles Jiménez*

Comentario del artículo:

La medicina instantánea sin fronteras:

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El Sistema Nacional de Salud británico, el NHS, ha lanzado hace ya tres años la app GP at Hand con el propósito de que sus ciudadanos puedan acceder de forma inmediata a una consulta con su médico de cabecera (GP) a través de la aplicación informática. De esta manera pretenden descongestionar las saturadas consultas de atención primaria, un mal generalizado en occidente, especialmente en los sistemas de salud universales y aparentemente gratuitos. Además, los británicos cuentan con la posibilidad de realizar sus consultas a través de Skype. Bondades tecnológicas alabadas por profesionales que conozco y que las han utilizado. Esta tendencia a la promoción de su médico a mano se empieza a extender a otros lugares, por ejemplo en Chile ya han adoptado esta atención inmediata y virtual, así como algunas aseguradoras privadas que la anuncian en sus campañas publicitarias. La cuestión es si esta omnipresencia médica es buena o mala.

El autor del artículo concluye con esta ironía final: Las dudas sobre la fiabilidad de tales procedimientos o la competencia técnica de los supuestos expertos no dejan de ser lamentos injustificados de nostálgicos opuestos al progreso, como probablemente considere el ministro de salud británico. En la competición por dar servicios inmediatos a demandas absurdas no hay límites. La competencia clínica, la seguridad del paciente y la garantía de cualificación de los profesionales son cosa del pasado. Bienvenida la medicina sin fronteras.

Más allá de estos argumentos, me parece que si la tan promovida accesibilidad universal de la sanidad pública, también de la nuestra, se ha pervertido en muchas ocasiones con la sobreutilización innecesaria de las consultas médicas, facilitar más aún este acceso dará lugar a una población todavía más dependiente del sistema sanitario, con progresiva incapacidad para dispensarse unos mínimos cuidados de sentido común. Esta atención virtual instantánea de servicio permanente, aparte de las consideraciones sobre la cualificación de los profesionales que la atiendan, alimentará la confusión actual entre accesibilidad e inmediatez, una confusión que distorsiona uno de los pilares de los sistemas sanitarios públicos: la equidad. Y es que la atención sanitaria no se puede dispensar en clave de igualdad, sino de equidad: dar a cada uno la asistencia que precisa en un determinado momento, no la misma para todos sin individualizar cada caso. Estas herramientas implementadas de manera masiva y sin filtros no harán más que promover la llamada ley de cuidados inversos, enunciada por Tudor Hart a principios de los setenta, por la que las personas con mayores necesidades reciben menos cuidados (el acceso a la atención médica o social de calidad varía en proporción inversa a su necesidad en la población asistida).

Pareciera que la palabra se está desterrando cada vez más de las consultas médicas para convertirlas en expendedores de recetas, tal como nos lo mostró recientemente Kepa Torrealdai en el último encuentro de “Tenemos que hablar”. Quizá esta deriva enmudecedora termine con las consultas transformadas en literales máquinas expendedoras de diagnósticos y tratamientos como está ocurriendo ya en China. Tal vez los médicos, los sanitarios estemos obligados por nuestra ética profesional a intervenir de una manera más decidida con un tenemos que hablar bastante más contundente.

*Ángeles Jiménez es médico de familia