por Ángeles Jiménez
[…]desarrollado ideológicamente en Silicon Valley, el término solucionismo tiene su propia utopía: la de transportar a la humanidad a un mundo sin problemas».
Marina Garcés en “Nueva ilustración radical” p. 55.
Respuesta de Ángeles Jiménez:
Nos enseñaron en nuestras facultades y luego continuamos aprendiendo en la calle que a cada problema hay que aportarle su correspondiente solución, a cada demanda su correspondiente taponamiento en forma de prescripción, y así fantasea moverse el mundo, hacia una utopía perfecta, dentro y fuera de las consultas, un mundo sin problemas.
Sin embargo, esta aparente intención de solucionar los problemas que a cada uno se le van presentando a lo largo de la vida contrasta con lo que podemos observar con frecuencia en nuestras consultas y en nuestro entorno: que la gente parece buscarse problemas en los que depositar su angustia existencial a modo de excusa para evitar ocuparse de asuntos de mayor relevancia, tales como plantea Marina Garcés con ¿es esto vivir? Demasiado inquietante para competir con las ansiedades cotidianas, a la vez que algunas de estas ansiedades aparentan ser infranqueables.
Con todo, los profesionales de la salud nos sesgamos en esta deriva solucionista: a los médicos nos tranquiliza que el paciente venga simplemente al control de su diabetes, se ajusta el tratamiento si es preciso, se deja solicitado el siguiente análisis de sangre y caso solucionado. Por hoy…
Un solucionismo social contagioso con el ideal de felicidad aplanada e irreflexiva alienada en entretenimientos a golpe de clic, muy gráfico en época preelectoral con tantas propuestas de soluciones definitivas a los complejos problemas del país.
A este solucionismo imperante podemos objetar desde el psicoanálisis que a la demanda de recetas milagrosas se opone el deseo de que los milagros no existan, porque si existieran, habría que responsabilizarse de los propios deseos, algo demasiado intimidante: ¿Antonia, y qué haría si le tocara la lotería?, le pregunto a una paciente ilusionada con sus décimos de Navidad, pagar mis deudas y ayudar a mis hijos. ¿Y con el resto?, añado. Me miró desconcertada y se removió inquieta en la silla sin contestar.
*Ángeles Jiménez es médico de Atención Primaria de Salud