por Catherine Lacaze-Paule*

TEXTE ORIGINAL EN FRANÇAIS

Comentario a partir del programa de radio Soignants en souffrance (El sufrimiento de los profesionales sanitarios) de France Culture

Que el personal sanitario sufre, es un hecho sabido desde hace tiempo. Pero parece que siempre se hace difícil escuchar el sufrimiento del otro profesional[1]. Hasta ahora, por lo que hace a enfermería, la vida profesional media era inferior a 10 años. Hoy se alarga sin que haya escapatoria. Por lo que hace a los médicos, el silencio y la denegación, enmascaran las dificultades. Las conductas adictivas (alcohol, automedicación, drogas…) estarían infradiagnosticadas y sin embargo, indican algo de un malestar. Este malestar puede llegar hasta el pasaje al acto suicida, escondido bajo un velo de pudor.

Saber responder siempre, saber hacer frente siempre, es la base de una formación médica sólidamente ligada a los ideales de los éxitos científicos, a una gran fe en el progreso continuo y además, a muchos ideales humanistas. Las profundas reformas de las instituciones sanitarias han transformado el mundo de la salud, quitándole las protecciones, los fundamentos, el reconocimiento, tirando por suelo los ideales que sostenían el edificio hospitalario. En el hospital, la función de hospitalidad, de asilo, de cobijo, está en crisis. Los hospitales se han convertido en lugares de prestaciones de servicios de curas rápidas. Establecen una relación de consumidor entre paciente, profesional sanitario y administrativo. En francés, la palabra enfermo ya no se utiliza, en detrimento de la de cliente o peor aún, la de usuario, como un producto consumible, utilizable y desechable. La administración deviene tercero en la relación médico paciente, y a menudo más bien como juez, censurador, que no como defensora de los profesionales sanitarios. Se sitúa más bien en nombre de los derechos del paciente, o más frecuentemente en nombre de una lógica de la rentabilidad cifrada, y de una temporalidad que impone, que maneja. La administración fabrica normas, protocolos, a partir de datos estadísticos. Por esta vía, se obtiene un primer beneficio de rutina, una homogeneización de los avances científicos. Sin embargo, también ha privado, congelado y comprimido las prácticas y a los practicantes. Mientras que es el caso por caso, la creatividad, la invención, el manejo del tiempo, la transferencia, lo que permite a los profesionales sanitarios operar a partir de su deseo renovado por cada paciente cuando se enfrentan a la enfermedad, al sufrimiento, a la muerte.

Porque hoy día, lo que revela la precariedad del sistema de salud es otro sufrimiento, el de los profesionales sanitarios, que se ancla en eso que causa su deseo de cuidar. Ocuparse del otro, curar, reparar, salvar, aliviar los sufrimientos son posiciones subjetivas que arraigan en los cuerpos de los profesionales que se han encontrado ante un acontecimiento, acontecimientos, que los han hecho sensibles al cuerpo del enfermo, al sufrimiento del otro. Este encuentro puede ser objeto de un rechazo de saber y tener diferentes destinos. En todo caso, el silencio, la ignorancia acompañan a esta experiencia.

Sin embargo, cada vez más, la idea de reconocer este sufrimiento se actualiza. La hipnosis, la relajación, la meditación están de moda, es la elección de la sedación del dolor moral mediante las técnicas del cuerpo y conduce al sujeto a dormir despierto y mutis. Otros prefieren los métodos de sugestión, remedios TCC, supuesta normalización del comportamiento. Algunos preconizan la palabra con el fin del “vaciado”, “de evacuar” bajo el modo del débriefing. Otros proponen el intercambio entre iguales, compartir experiencias bajo la modalidad de grupos de la misma comunidad como los grupos de alcohólicos anónimos. Grupos de palabra de orientación analítica, supervisión o análisis de la práctica, se centran en la palabra del profesional respecto al caso. No se trata como en el dilema de los erizos de Schopenhauer de encontrar la buena distancia. Demasiado cerca pica, demasiado lejos tenemos frío. En los grupos de palabra analíticos, se trata de dejar lugar a la palabra para descubrir como hablando del otro, ocurre que hablamos de nosotros mismos. Se trata de distinguir lo que es una cita de la palabra del otro y su comprensión, y eso no se logra cubrir siempre. Se trata de experimentar que lo que pide un paciente no es siempre lo que desea, que puede querer o rechazar su condición de enfermo, y querer o rechazar salir de ella. Se trata de descubrir que una palabra es equívoca, y que recubre diversos sentidos, que este sentido se hace escuchar a partir de aquel que lo escucha y lo devuelve. Se trata de saber que cuando nos ponemos en el lugar del otro, le quitamos el sitio. Y que el otro que se queda sin lugar, no sabe dónde meterse, ni sabe dónde ser. Es negado en su ser. Se trata de experimentar más allá del todos iguales o todos diferentes, la singularidad de cada uno, la marca propia de los significantes, del modo de goce para un sujeto. Saber descubrir la pulsión de muerte que se aloja en algunas situaciones, permite cuidar de manera ética y justa. Y al fin, se trata de situar lo que es imaginario, lo que es simbólico y lo que es real. Aquello que es siempre necesario recordar que nos enseñó Lacan y que es “lo imposible de soportar”. Porque al cernirlo, al capturarlo, encontramos siempre un saber hacer con eso, temporal, pero que nos da un poco de la alegría en nuestro trabajo[2].

[1] Nota de la traductora: traducimos la palabra francesa “soignantes” como “profesionales sanitarios”. Sin embargo la traducción literal es “cuidadores” – que en español designa a los cuidadores no profesionales -.

[2] Lacan, Jacques, “Alocución sobre las psicosis del niño”, Otros escritos, Ed. Paidós, Buenos Aires, Pg. 381.

*Catherine Lacaze-Paule es psicoanalista en Burdeos. Miembro de la ECF y la AMP. Presidenta del CPCT Aquitaine.