Presentación y contextualización del texto “Un hombre afortunado” de John Berger y Jean Mohr

por Lierni Irizar

“Lo insoportable, ¿cómo se soporta?” es el eje del encuentro Al pie de la letra.

Los profesionales de la medicina se enfrentan a menudo a situaciones no calculables, sin respuesta, a dilemas éticos, al dolor, a la angustia. Y ¿qué pueden hacer con los efectos que esa práctica provoca en ellos mismos?

En la lectura que realizamos sobre La peste, se perfilaba una posible posición del médico artesano, aquél que tiene un oficio para hacer frente a lo impensable de una peste. En esta ocasión, nos encontramos con la figura de un médico rural, que ha de lidiar con lo más singular de cada sujeto, con situaciones y demandas absolutamente incomparables. 

John Berger y esta obra

En 1967, Berger trabajó con el fotógrafo suizo Jean Mohr en la elaboración de esta historia sobre un médico rural instalado en una comunidad pobre en el Bosque de Dean. Encontró en John Sassall, un hombre muy cercano al sufrimiento y la pobreza.

John Berger, que considera al doctor Sassall, (protagonista de este libro), como un archivero, testigo de la historia de una comunidad, fue él mismo un “registrador” de historias de aquellos que no tienen voz. (campesinos, migrantes, trabajadores) Su gusto por los relatos surge a causa de su soledad infantil. Enviado a internados desde muy pequeño, alejado de su familia, se interesó por escuchar a otros en la búsqueda de puntos de referencia para orientarse: “contar historias no empieza inventando, sino escuchando.” Mirar y escuchar fue su forma de estar en el mundo y su deseo, contarlo: “Lo que me impulsa a escribir es el miedo de que, si no escribo, algo que debe ser dicho no lo será.”

Nos podemos preguntar ¿qué debe ser dicho en esta historia? y creo que podemos encontrar la respuesta casi al final del libro:” …no sabemos reconocer ni medir la contribución de un simple médico rural. Cuando digo medir no me refiero a calcular conforme a una escala predeterminada, sino más bien a calar su alcance.” Nos dice que en realidad, desconocemos el valor de la vida humana, el valor social de aliviar el dolor, salvar una vida, curar o acompañar.

Aunque no lo sepamos, Berger afirma que sólo podemos responder a este interrogante con obras y que un médico que no se limita a vender curas, posee un valor inestimable. Considero que este es el mensaje fundamental que Berger desea transmitir.

Este texto que hoy trabajamos tiene infinidad de elementos que se podrían elegir para interrogar y debatir.

Su comienzo me conmovió. La salida del médico a socorrer a un leñador aplastado por un árbol con el dedo en la bocina de su coche para que ese hombre supiera que llegaba, como si le dijera, “aguanta, ya llego”, me pareció en sí mismo, un acto médico fundamental.

Tomaré como eje para mi comentario y para animar la conversación, la subjetividad del médico en esta novela. Y trataré de hacerlo a través de tres cuestiones: ¿Cómo orientarse en la práctica médica? ¿Qué limites plantea la clínica y cómo hacer con eso? ¿Cómo soportar lo imposible de soportar? (tres preguntas que traslado al texto)

¿CÓMO ORIENTARSE EN LA PRÁCTICA MÉDICA?

El ideal orienta en muchas ocasiones al profesional. Vemos que Sassall desde muy joven, influido por los libros de Conrad, toma como ideal del médico al capitán de navío, aquél que proyecta en el mar “lo inimaginable”, metáfora del enigma, el misterio y el peligro (lo real en psicoanálisis) y al mismo tiempo está guiado por un ideal de servicio, una práctica eficaz, responsable, la de un hombre de acción que ocupa un lugar excepcional y del que dependen los demás, cuya autoridad se impone con su mera presencia, alguien que controla la situación. El médico era para él en su juventud “un hombre que lo sabía todo, pero estaba siempre ojeroso…pero sobre todo recuerdo su serenidad y su control de la situación, mientras que los demás se ponían nerviosos y no podían estarse quietos.”[1] (pos. 339)

Con este ideal comienza una práctica que virará con el tiempo a otra. Su edad, conocer a pacientes a lo largo de años, quedarse solo a cargo de la consulta, y enfrentarse a situaciones difíciles (como el suicido de un paciente) que le interrogaron o para las que no tenía un saber, producen un cambio. Es interesante la viñeta clínica que Berger introduce en este momento del relato. Acude a atender a un matrimonio de jubilados que llevaban 30 años viviendo en la comarca y cuando va a examinar a la mujer, resulta ser un hombre. “Ni el médico ni el marido ni ella hicieron referencia alguna a unos órganos sexuales que no deberían estar allí. Los ignoraron. O, más bien, el médico se vio forzado a aceptarlos, como lo había hecho aquella pareja conforme a un razonamiento que él nunca sabría. (Pos. 386) Vemos aquí el enigma de lo sexual que abre un interrogante importante.

Y como decíamos, todos estos factores provocan que su ideal del capitán se ponga en cuestión. Sassall se dio cuenta que debía escuchar y explorar lo subjetivo, el sentido singular.

Se apoyó en Freud para pensarse, una especie de autoanálisis doloroso, una crisis de unos seis meses, que no se sabe si fue causa o resultado de proyectar hacía sí mismo lo que como “inimaginable” (real) había sido situado fuera. Lo que surgió fue un médico convencido de que el paciente debía ser tratado como una personalidad total. Esto implica pasar de ser el protagonista de la escena a ofrecer el protagonismo a cada paciente que antes quedaba “simplificado” y que en consecuencia, también le simplificaba a él. Una hermosa forma de nombrar el factor de complejidad que su viraje introduce.

Rechaza el sentido común por considerarlo su mayor enemigo. Esto apunta a una interesante posición cercana a la del psicoanalista que parte de un no saber sobre el sujeto que tiene delante. Afirma: “Me tienta aceptar lo obvio, lo más fácil, la respuesta que está más a mano. Me ha fallado casi siempre que lo he utilizado, y sólo Dios sabe cuántas veces he caído y todavía caigo en la trampa.” (pos. 420)

Intenta acompañar a la persona en su soledad. Su intimidad roza los dos agujeros fundamentales de nuestra vida, el sexo y la muerte, y con ellos se encuentra en su práctica cotidiana. Testigo de la muerte, acompañante en la fragilidad, aparece como un otro fraterno cuya función es el reconocimiento. Y éste implica el arte del diagnóstico (complicado) que supondría buscar la verdad sobre la persona, e implica también apoyo. La enfermedad es singular, pero necesita ser reconocida (nombre, diagnóstico) como algo contra lo que luchar. Cuando de lo que se trata es de la tristeza, de algo no orgánico, la tarea pasa por reconocer al humano (no la enfermedad), al sujeto, haciéndole sentir parte de los otros, un semejante. Sassall trata de reconocer al otro, aunque en ocasiones fracase. Pero ¿se trata de fracaso o del límite de una práctica?

¿QUÉ LÍMITES PLANTEA LA CLÍNICA Y CÓMO HACER CON ESO?

Tomaremos para abordar esta cuestión la viñeta 2, a la que he titulado “Fracasar”.

Una mujer de unos treinta y siete años, enferma. El médico detecta en ella una demanda, una mirada ansiosa que quiere decir algo, pero ante sus preguntas, no hay respuesta. Los síntomas van apareciendo uno tras otro, insomnio, asma, y se agravan, y la mujer sonríe “al otro lado de su enfermedad”. La enfermedad se revela como refugio y jaula, que la protege, pero la encierra al mismo tiempo. Es una “solución”, en el sentido en que para el psicoanálisis el síntoma es una respuesta a un conflicto o malestar, un intento de solución. Dos años después el médico encuentra una explicación: enfermó por desamor. Él la confronta directamente a esta causa que ha encontrado, pero ella continúa muda y enferma: “La chica se quedó inmóvil, como un animal acorralado. Se le paralizaron las manos. La cabeza girada permaneció en esa posición. Casi dejó de respirar. No le respondió. El asma no desapareció y terminó por causarle un grave deterioro pulmonar. Ahora vive gracias a la cortisona. Se le ha puesto cara de luna. Tiene una mirada plácida.” (precioso) El médico siente lo que considera su fracaso. Pero ¿es acaso posible acceder siempre al dolor de un sujeto? ¿O es que quizá el refugio en la enfermedad es el resultado de la imposibilidad de poner palabras por el agujero insoportable que éstas abren para alguien? ¿es posible intervenir siempre con palabras?

¿CÓMO SOPORTAR LO INSOPORTABLE?

Nos da la impresión de que la implicación subjetiva de Sassall es a veces excesiva. El modo en que sostiene a sus pacientes es conmovedor, pero nos interroga, no para juzgarle, sino para pensar el posible coste subjetivo de esa entrega. Un médico que sufre depresiones por el sufrimiento de otros y un sentimiento de desasosiego e insuficiencia, que cree que sus pacientes merecen una vida mejor, ¿cómo soporta lo insoportable?

El final del libro nos da alguna clave. En palabras de Sassall: “Siempre que algo me recuerda la muerte – y eso me sucede todos los días -, pienso en la mía propia, y esto me hace trabajar aún más”. (Pos. 1337) Considero que es la forma que él encontró para afrontar lo insoportable, convirtiéndolo en algo propio, suyo, algo que le concernía en lo más profundo de su ser. Podríamos decir que, realmente, se hace cargo de lo “inimaginable” en sí mismo.

Enterarnos de su suicidio, quince años después de que Berger contara su historia, nos puede hacer pensar que quizá llegó un momento en que Sassall no pudo soportarlo. Pero ¿cómo saberlo? No sabemos qué llevó a este hombre a tomar una decisión así ni si tuvo algo que ver con su práctica. Sabemos que algo se le hizo insoportable pero no sabemos qué.

Considero que Berger apunta a un interrogante fundamental en relación al valor que tiene curar, aliviar, acompañar, escuchar, estar. No podemos medirlos ni cuantificarlos, pero quienes lo hemos necesitado alguna vez, sabemos muy bien el valor inestimable de ese acto imponderable.

[1] Todas las citas corresponden a la versión en Ebook.

Lierni Irizar es Trabajadora social, Doctora en Filosofía, Máster en Salud mental. Psicoanalista miembro de la ELP y  de la AMP. Coordinadora de la Red Psicoanálisis y Medicina (ICF).

Este texto constituye la apertura del trabajo de la reunión Al pie de la letra que tuvo lugar el 6 de mayo de 2021 vía zoom desde Barcelona y Donosti