por Carolina Tarrida
Comentario del artículo: ¿Es necesario atar o sedar a la fuerza? Emilio de Benito en EL PAÍS.com
https://elpais.com/politica/2018/07/20/actualidad/1532113464_290074.html
Quisiera empezar rescatando la palabra “contención” de lo mal parada que queda en este artículo. No creo que siempre tenga el trasfondo de agresión con la que se la presenta. Como siempre me ocurre, necesito primero ordenar y aclarar términos para seguir con el comentario.
En primer lugar, entonces, distinguiría contención, de sujeción y de agresión. A parte del significado de cada una de ellas, que se puede ir a buscar a un diccionario, me parece que, hablando de clínica, lo que está detrás de esta distinción, es la posición del profesional, su orientación, es decir, la ética en última instancia. Me explico.
El artículo empieza citando tres formas de “contención”: la mecánica, la farmacológica y la que nombran como “afectiva”. De esta presentación, se desprende la agresividad que contienen las tres intervenciones, ya que apuntan a la eliminación del sujeto y su malestar. Estaríamos de acuerdo en que esto no sólo no es efectivo en tanto que intervención terapéutica, sino que es una grave falta de respeto a la dignidad del sufrimiento humano. Si las intervenciones parten de esta falta de respeto, no tienen nada de “contención”, sino que es pura violencia contra el sujeto. La palabra contención tiene para mí, ecos de acompañamiento, de ayudar a evitar un desbordamiento, desde el cuidado y el respeto.
Más adelante en el artículo se plantea que “si se hace un seguimiento correcto de la persona se puede intervenir antes del brote”. Aunque creo que no siempre es posible reducir “a cero” el riesgo de descompensación, sí creo que esta frase apunta a una cuestión crucial: si el sujeto está atendido, reconocido en la particularidad de su malestar y las manifestaciones de éste, las posibilidades de agitación son inferiores. Es desde esa particularidad que el profesional podrá orientarse en sus intervenciones con el paciente, siendo esta otra forma de contener.
Nos surge entonces una segunda distinción importante a hacer: una descompensación con agitación no es lo mismo que una conducta agresiva. De hecho, vemos a menudo como la agresión viene como respuesta cuando el paciente siente que no hay reconocimiento de su sufrimiento.
¿Qué es un episodio de agitación? ¿Se trata de un momento de desregulación y por tanto de sufrimiento psíquico intenso, o bien se trata de una alteración conductual a reducir (en el sentido casi policíaco del término)? Creo que partir de una u otra interpretación, marca una diferencia substancial.
Un episodio de agitación tras una descompensación supone una irrupción de goce en el cuerpo, que deja fuera de juego al sujeto. Es por tanto un momento de intenso sufrimiento y, además, al no estar en escena el sujeto, es un momento en el que puede haber riesgo para la persona o para otros. En estos momentos pues, me parece que es más humano intentar contener al paciente que dejarlo solo, pero se tratará entonces, de cómo hacerlo. Desde este enfoque no es una agresión, sino un cuidado. Luego, habrá que trabajar con el paciente para saber sobre el contexto de la descompensación, sobre los efectos que ha tenido, etc.
Concluyendo, creo que conocer las coordenadas particulares del paciente orienta en su tratamiento a la hora de evitar encuentros con lo real que puedan dejarlo solo ante el agujero de significación que suponga un desencadenamiento. Creo que partir de esta orientación, no sólo depende de un tema de recursos, sino de posición ética de los profesionales ante la clínica, ante el sufrimiento humano y su dignidad. Creo que, en caso de llegar a un momento de agitación por descompensación, no hay que dejar al paciente solo, sino que contener puede ser un acto de humanidad en un momento en el que una persona no puede hacerse cargo de su desregulación.
Como decía, es crucial saber de dónde partimos en nuestra concepción del psiquismo y su funcionamiento. Partir de la existencia de la subjetividad y respetar la dignidad del sufrimiento humano, determina qué estatuto van a tener las intervenciones en el marco de un tratamiento.
*Carolina Tarrida es Psicóloga en Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil de la Fundació Nou Barris en Barcelona. Psicoanalista miembro de la ELP y la AMP