por Kepa Torrelaidai
Médico en Atención Primaria y psicoanalista

Nos comenta el siguiente párrafo:

“El reduccionismo biológico va de la mano de otro tipo de reducción: la de la cifra. Reducción que responde a la expansión de la ideología de la evaluación a todos los ámbitos de la vida. Una ideología que comenzó hace décadas en el ámbito industrial para evaluar y cuantificar el rendimiento del trabajo según parámetros de coste-beneficio y que ha colonizado la vida humana. Tal y como afirma E. Laurent es una empresa de gestión de la población que precisa la realización de una operación previa: “despojar al hombre de sus cualidades, despojarlo de su cualidad de ser hablante y por tanto, de su condición como ser de deseo y de goce”(pg.10). El humano es objetivado, es una cosa más dentro del mercado mundial en el que todo ha devenido objeto de compra y venta. “
Lierni Irizar, “Banalizaciones contemporáneas: Lenguaje, sufrimiento, enfermedad y muerte”, pg. 103

Está claro que el Sistema Sanitario es una empresa, con sus recursos limitados, gastos, haberes, objetivos y planes de salud, donde el algoritmo coste-efectividad es tan importante como en cualquier otra empresa.
Pero la pregunta sería la siguiente, ¿La reducción a la cifra del malestar humano es coste-efectiva? Lo que vemos en la clínica es que intentar reducir a la cifra el malestar, lleva a un rechazo de la subjetividad, de lo particular de cada caso. Esto no es sin consecuencias y se traduce en un retorno a modo de insatisfacción y del deterioro de la relación clínica. Este retorno tiene efectos tanto para el clínico como para el paciente. Cuando el malestar no es atendido, porque se escapa a la cifra, no se evapora, sino que insiste cada vez con más fuerza a modo de cronicidad y de necesidades de atención mayores, ingresos más prolongados, polimedicación y multiplicación de pruebas diagnósticas estériles…
Entonces podríamos recuperar para la gestión un parámetro que quizá no se conforma a ser cifrado de la misma manera, pero que merece su atención. El malestar subjetivo, lo que no va, lo que hace traba a la buena marcha del plan de salud de la consigna del «Para todos igual». Sería hacer un hueco en la clínica a eso que es particular en cada paciente para que pueda ser tenido en cuenta.

NOTA de Carolina Tarrida: Tal como indicábamos en el argumento que propusimos para esta cuarta edición de Tenemos que hablar “El profesional ¿cuenta?”, trabajaremos a partir del libro de Lierni Irizar “Banalizaciones contemporáneas: lenguaje, sufrimiento, enfermedad y muerte”, y tomamos también como referencia bibliográfica la conferencia de Hebe Tizio “La función del síntoma”.
Ambos textos, nos orientarán en la reflexión alrededor del lugar del profesional en la relación asistencial o educativa en la actualidad, y de las dificultades que encuentran a la hora de sostener sus actos, entre la exigencia contable de sus intervenciones y la responsabilidad ética ante cada caso en particular. Tal como señala Irizar en su libro: “La evaluación generalizada y la reducción a la cifra propician la desaparición del acto médico”, en favor de convertir a los profesionales en gestores de casos, dimitiendo de la escucha y por lo tanto, omitiendo el sufrimiento del paciente.
Con el objetivo de iniciar este trabajo de reflexión, hemos invitado a algunos colegas que comenten párrafos de ambas referencias bibliográficas, siguiendo el eje propuesto.
A lo largo de esta semana, les iremos haciendo llegar dichos comentarios. Esperamos que estas aportaciones previas alienten el trabajo desde ya, y podamos compartir el sábado 29 algunas de las reflexiones que les haya suscitado.