Judith Martín Sala

Psicoanalista. Psicóloga clínica en Fundació Nou Barris

Nos comenta el siguiente párrafo:

“Usuario es el que hace uso de las prestaciones, no tiene nada que ver con la dimensión del sujeto porque usuario es algo que homogeniza. Usuarios, digamos, del servicio de salud son todos aquellos que van al servicio de salud. Y que, por supuesto, tienen sus derechos, etc. Esta configuración que ha borrado, ha excluido, al sujeto -considerado ahora usuario-, ha borrado también la idea de síntoma, que es justamente el nudo de la subjetividad.”

Hebe Tizio, La función del síntoma, pg. 27

 

Me gustaría comentar dos cuestiones de la reflexión que nos propone Hebe Tizio en el texto. Una del lado del significante usuario versus sujeto y la otra del lado del profesional.

Hoy se llama usuario al que hace uso de los servicios de salud. Servicios a los que, por supuesto cada uno tiene derecho, pero de los que a menudo se hace un uso consumista. Se trata de comprar los tratamientos estandarizados, que eliminen o minimicen los trastornos que uno sufre, sin ninguna responsabilidad en juego. Esta concepción excluye al sujeto, borra la subjetividad.

En mi experiencia en el campo de la salud pública, he constatado un cambio en las demandas o consultas. Si bien antes los sujetos se preguntaban por sus malestares y las causas de estos, hoy se presentan con diagnósticos establecidos para ser tratados, “soy TDAH”, “soy anoréxica”… Diagnósticos realizados por profesionales de otras disciplinas o auto-diagnósticos.

Ante esta posición imperante, me parece interesante pensar y dar valor al síntoma como una respuesta, una invención del sujeto ante un malestar. Es decir, un intento de solución a veces fallido, por el que consultan. En otras ocasiones el síntoma hace su función y no hay que tocarlo.

Una de las funciones del profesional de salud, sería la de estar atento y acompañar al sujeto en sus invenciones, a la vez que hace emerger la subjetividad y responsabilidad del sujeto.

Así, en lugar de homogeneizar los sufrimientos mediante clasificaciones de síntomas que se diagnostican como trastornos a eliminar, (aquí vemos a la salud mental en su vertiente de control social), se pueden pensar los síntomas como invenciones particulares que hace cada sujeto frente a lo traumático de su existencia.

Para concluir, me gustaría destacar que la homogeneización de los tratamientos, es decir, hacer uso de los tratamientos estandarizados por protocolos, no exime al profesional de la responsabilidad que implica todo acto clínico.

NOTA de Carolina Tarrida: Tal como indicábamos en el argumento que propusimos para esta cuarta edición de Tenemos que hablar “El profesional ¿cuenta?”, trabajaremos a partir del libro de Lierni Irizar “Banalizaciones contemporáneas: lenguaje, sufrimiento, enfermedad y muerte”, y tomamos también como referencia bibliográfica la conferencia de Hebe Tizio “La función del síntoma”.
Ambos textos, nos orientarán en la reflexión alrededor del lugar del profesional en la relación asistencial o educativa en la actualidad, y de las dificultades que encuentran a la hora de sostener sus actos, entre la exigencia contable de sus intervenciones y la responsabilidad ética ante cada caso en particular. Tal como señala Irizar en su libro: “La evaluación generalizada y la reducción a la cifra propician la desaparición del acto médico”, en favor de convertir a los profesionales en gestores de casos, dimitiendo de la escucha y por lo tanto, omitiendo el sufrimiento del paciente.
Con el objetivo de iniciar este trabajo de reflexión, hemos invitado a algunos colegas que comenten párrafos de ambas referencias bibliográficas, siguiendo el eje propuesto.
A lo largo de esta semana, les iremos haciendo llegar dichos comentarios. Esperamos que estas aportaciones previas alienten el trabajo desde ya, y podamos compartir el sábado 29 algunas de las reflexiones que les haya suscitado.