Miguel Ángel Vázquez
Psicoanalista. Psicólogo Clínico en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia.
Nos comenta el siguiente párrafo:
“La evaluación generalizada y la reducción a la cifra propician la desaparición del acto médico. Tal y como afirma E. Laurent (2014), los profesionales de la salud mental corren el riesgo de convertirse en gestores de casos, dispensadores de fármacos y de normas y pautas de vida que no son más que palabras vacías, huecas, que impiden la escucha del sujeto, de su sufrimiento.
La mayor parte de los métodos y enfoques contemporáneos buscan una supuesta objetividad que les permita no depender de la palabra del sujeto, siempre imprecisa frente a la neuroimagen y los marcadores biológicos”.
Lierni Irizar, “Banalizaciones contemporáneas: Lenguaje, sufrimiento, enfermedad y muerte”, pg. 113
Sí, en la sanidad trabajamos sumergidos en un modelo de gestión donde prima lo contable. Se sostiene en el avance de la medicina y la farmacología, en la formación muy especializada de los profesionales y en modelos de gestión con un alto nivel de control de los procesos apoyados en entornos digitalizados.
Se trabaja sobre el daño en un organismo desprendido de las personas que lo sufren, sobre un modelo que se semeja al del acto quirúrgico, solo queda al descubierto la zona a intervenir de un persona anestesiada. Hay una gran confianza contrastada en la efectividad de las técnicas y una concepción del organismo como una compleja máquina biológica sobre cuyo funcionamiento se sabe cada día más.
Sin embargo paradójicamente, las personas desprendidas del proceso médico (más allá de su satisfacción final) están presentes en todo el proceso. De hecho, los profesionales de la sanidad tratamos permanentemente con este elemento no controlado y sabemos que su participación sí influye, a menudo de manera determinante, en el resultado final.
Sorprende entonces, la gran especialización de un lado (el organismo) y la pobreza de instrumentos en el otro (las personas). No hay un rigor vinculado a la complejidad de este lado. Esta atención queda librada a la discrecionalidad del profesional. Aquí el profesional cuenta pero está solo y con pocos instrumentos para reconectar al paciente en el proceso del que es objeto. Para ello es útil hablar y dotar de rigor a este campo también complejo.
Trabajo con niños. Unos padres me contaron que su hijo al nacer tuvo graves complicaciones médicas de las que después de un tiempo en UCI no pudieron recuperarlo. Fue desahuciado y dejaron entrar a los padres para que se pudieran despedir. Los padres me contaron que a ese encuentro el niño respondió recuperando las constantes que le permitieron salir adelante. ¿Qué operó ahí y en tan corto tiempo?
Es un caso, pero nos permite formular una pregunta sobre la complejidad de la vida en el ser humano, que se sostiene en una delicada articulación no circunscrita sólo al funcionamiento del organismo.
Sí, es n=1, pero tiene todo su peso, de hecho a los pacientes los tratamos 1×1.