por Javier Peteiro*

Comentario de la noticia: La nanomedicina permite tratar farmacológicamente la depresión de forma más rápida 

En el Diario Médico (DM) apareció recientemente un titular impactante, “La nanomedicina permite tratar farmacológicamente la depresión de forma más rápida”.

No cabe duda de que la depresión es cosa seria.  Para quien es afectado gravemente por ella, no hay nada que hacer, nada que decir, nada que escuchar; solo tinieblas.

Los antidepresivos son un recurso pobre, pero no hay mucho más. Tan pobre es que ha habido un meta-análisis publicado en PLOS Medicine en 2008 en el que solo se mostraba un menor efecto de placebo que de fármaco en el caso de las depresiones más serias. Sin embargo, otro meta-análisis aparecido en Lancet en 2018 daba una respuesta positiva a la eficacia de esos fármacos. De ambos metaanálisis hay algo claro y a la vez curioso, la potencial acción terapéutica del placebo.

Ahora bien, tanto los ensayos clínicos como los meta-análisis, incluyendo los citados, responden a la pregunta estadística; a escala poblacional hay base para afirmar que los antidepresivos algo hacen. A escala singular, cada paciente responderá o no, lo hará a unos o a otros fármacos o a ninguno, con efectos secundarios variables. Será el buen hacer del médico el que oriente del mejor modo el tratamiento, soportando la lógica incertidumbre.

Aun en caso de efectividad, el tiempo de latencia preciso para la acción terapéutica es considerable. Por eso, una noticia como la aparecida en DM parece de gran interés. Una administración nasal proporcionaría una rapidez de efecto que ahora no existe.

Sería estupendo si eso fuera ya así o si lo es algún día. Pero no parece ocurrir tal cosa. De lo que se dice en DM sabemos que hay una patente en curso al respecto y que se encuadra en el trabajo de uno de los grupos dedicados a la nanomedicina en nuestro país. Este grupo tiene el objetivo de lograr una forma de administración que supere a las tradicionales para fármacos dirigidos a la  patología del sistema nervioso central (eso es lo que indica el título de la tesis a la que se refieren). DM no aporta ninguna publicación que apoye el titular en cuestión. Una búsqueda rápida en PubMed (que no habría que hacer desde la confianza en DM) tampoco lo sostiene.

Se nos aclara además que hay que “continuar con la investigación[…] profundizando en los estudios preclínicos, así como abordar los correspondientes ensayos clínicos”. Así pues, ¿tenemos ya la venlafaxina en vías de ser administrada por vía nasal? No lo parece. ¿Qué tenemos novedoso de la nanotecnología con respecto a los antidepresivos? Nada aparente. ¿Qué tenemos en general? Una promesa, pero sabemos que, al contrario de la bondad de las hipótesis y de los objetivos de investigación, las promesas no tienen cabida en el discurso científico.

No es nuevo. Todos los días atendemos a promesas del curación del cáncer en todas sus variedades  o de retrasar el envejecimiento. DM se ha mostrado con este ejemplo, y con otros, como un firme partidario del ya habitual condicional “podría” (equivalente al “se posibilitaría” utilizado en el artículo), siendo así que los condicionales no muestran hechos confirmados.

Y resuena también la gran promesa, aunque no se toque aquí, la que enciende el término “Nanotecnología”, que da lugar a “nano” del enfoque NBIC (“Nano, Bio, Info, Cogno”), una gran promesa transhumanista con tintes delirantes.

No está de más recordar que la “bala mágica” fue postulada desde la exageración de Ehrlich y que esa concepción sostuvo las grandes promesas de los anticuerpos monoclonales (muy útiles en diagnóstico, pero mucho menos en terapias) y de la terapia génica, que no llegan hacerse realidad.

Puede entenderse que se intenten recabar fondos para una línea de trabajo con este tipo de anuncios. Es, sin embargo, impropio confundir la promesa con algo científicamente confirmado y clínicamente aceptable.

*Javier Peteiro Cartelle es Doctor en medicina, Jefe de Sección de bioquímica del C.H.U. A Coruña