por Ángeles Jiménez*

Comentario del artículo de Suzanne Noël, “La cirujana que reconstruyó las caras rotas de la Primera Guerra Mundial”

https://www.abc.es/familia/mujeres/abci-suzanne-noel-cirujana-reconstruyo-caras-rotas-primera-guerra-mundial-201811110220_noticia.html

La R.A.E. indica que para las profesiones en las que el masculino termina en –o, se usará la forma femenina acabada en –a, como es el caso de médico/médica. También indica para los nombre de cargos, títulos, profesiones y ocupaciones, que en muchos casos han sido tradicionalmente ocupados por hombres y, por tanto, solo se ha empleado la forma masculina incluso para referirse a las mujeres que ocupaban ese cargo. Pero dice todavía más: El femenino designaba entonces a la esposa del hombre que ocupaba un determinado cargo. Sin embargo, hoy se deben usar formas específicas para el femenino cuando los nombres son de dos terminaciones. Parece que incluso ha tenido que pronunciarse la Real Academia para poder nombrar a la mujer en roles para los que hace menos de un siglo no era necesario disponer de una palabra que la designara en su función, no como consorte.

La primera mujer licenciada en Medicina en España fue la catalana Dolors Aleu Riera, que terminó sus estudios en la Universidad de Barcelona en 1879, pero que no obtuvo el permiso para realizar el examen de licenciatura hasta 1882; resultaba complicado ser aceptada como igual en un mundo masculino incuestionable. Ejerció como ginecóloga y pediatra en Barcelona durante veinticinco años. Sin embargo, tras muchas décadas de marcado predominio masculino en la Universidad, como en el resto del escenario social de la Historia, en la actualidad la profesión médica se encuentra mayoritariamente ejercida por mujeres. Incluso atendiendo a los alumnos que están cursando los estudios de Medicina en este momento en nuestro país, más de la mitad son mujeres, con lo que la tendencia a la feminización de la profesión aumentará en los próximos años. Los motivos aducidos para que las mujeres decidan ejercer la Medicina son múltiples, creo que podríamos quedarnos en considerar uno solo: porque lo desean. Y es que pareciera insoportable aceptar simplemente esto y se necesitara aducir otras motivaciones menos inquietantes.

Así y todo, se suele hablar de médicos y enfermeras al referirse a estos colectivos profesionales, cuando atendiendo a la norma lingüística de usar el masculino para referirse a un grupo de personas compuesto por hombres y mujeres habría que decir médicos y enfermeros, dado que la enfermería la ejercen tanto mujeres como hombres –también mayoritariamente mujeres–. Parece que la labor de cuidador, más relacionada con la enfermería, sea más femenina que masculina, eso dicen también las estadísticas de quiénes cuidan a los familiares dependientes: las mujeres. El médico se asocia a una figura masculina, mientras que la enfermera es su ayudante femenina, no suele pensarse al revés.

Pero incluso con esta clara tendencia a la feminización de los profesionales de la salud, la mayoría de los puestos de responsabilidad en la administración sanitaria están ocupados por hombres. Aunque tengamos en este momento una ministra de Sanidad y hayamos tenido unas cuantas en los últimos años. Aunque la Gerencia de Atención Primaria de mi área de salud haya sido ocupada principalmente por mujeres desde siempre. Y este predominio masculino en un universo femenino, ¿a qué podríamos atribuirlo? Pues a lo mismo que lleva a las mujeres a las facultades de Medicina, al deseo. ¿Acaso es obligatorio desear lo que siempre han deseado los hombres? Las mujeres van elaborándose sus propios caminos profesionales, algunos más tradicionales, otros más creativos; la igualdad legal y de oportunidades no implica la igualdad de deseos, para los que el éxito profesional no viene dado, sino que hay que inventarlo.

En el artículo de Suzanne Noël se aprecia cómo la Cirugía Estética solo podría haber nacido de la mano de una mujer, si tenemos en cuenta que reconstruir una cara destrozada no era un asunto vital, quizá lo único que de verdad importaba después de la Gran Guerra. Sin embargo, fue de la mano de una cuidadora que muchos de estos hombres –soldados– pudieron salir a la calle por lo menos disimulando los horrores que todos se esforzaban por ocultar. En un mundo entre guerras, pensar en cuidados estéticos pudo haberse considerado incluso algo frívolo, pero esta cirujana no cejó en construirse su camino particular, por ahí cosechó su propio éxito y así benefició a muchos y abrió el camino a muchos otros… y otras.

*Ángeles Jiménez es médica de familia y psicoterapeuta