Al pie de la letra  

Nos encontramos preparando el próximo encuentro “Al pie de la letra”, esta vez de la mano de John Berger y su libro «Un hombre afortunado». Vuelve a interrogarnos ¿qué sostiene a un profesional como Sassall para continuar en el día a día cuidando a personas con experiencias variadas, algunas imaginadas y otras no?

Os invitamos a que compartáis una líneas, como parte del trabajo introductorio al encuentro del próximo día 6 de mayo, con preguntas, dudas o sugerencias a las que os ha llevado la lectura de este libro y que se entrelazan con vuestra experiencia clínica, y que en ocasiones os han interpelado en ese sostener el día el día con encuentros esperados o inesperados.

Liana Velado*

LA ESCUCHA

He  recordado,  leyendo el libro de  John Berger, un episodio de mis comienzos en la medicina. Después de   unos meses de trabajo hospitalario, acudí a un centro de salud a sustituir a un médico que había enfermado. Al segundo día, se presenta una señora que se sorprende cuando no ve allí a su médico y se inquieta por su salud, porque dice que él la avisa cuando no va a estar y no lo ha hecho. Me comenta que acude todas las semanas para hablar y que él vea como está.  Le hago preguntas sobre su salud y pretendo explorarla, pero dice que no está enferma, ella va a hablar, es viuda, su única hija y su yerno murieron en accidente hace pocos años y dejaron un niño, su nieto, que sólo la tiene a ella y ella tiene que vivir hasta que ese niño se pueda manejar por sí mismo. Nada más que se va llamo a su médico y le pregunto por ella, estoy perdida. Me comenta que después del drama de la muerte de sus hijos intentó ayudarla de varias maneras, pero sólo hablar la hacía bien y llegaron los dos al acuerdo de verse una o dos veces semanales. No estoy obligada a hacer esto, me dice. Le digo que acepto y si hay alguna indicación, pero no hay indicación sólo escuchar lo que ella diga. Acepté escucharla, aunque no sabía bien qué aceptaba, y el tiempo que estuve me contó que hablar de su vida la había hecho soportable el dolor de las pérdidas, el dolor de su infancia en un orfanato, sus miedos… 

Cuando el médico se reincorporó   yo volví al hospital, pero algo había cambiado. No he olvidado a ese médico al que ni conocí ni del que sé   su nombre, pero   que   me enseñó que hay que escuchar lo que cada paciente tiene que decir y sobre todo, el valor de  lo que se escucha, que  es lo más íntimo y propio de cada paciente. Fue un maestro sin proponérselo, tal vez el único que tuve en medicina.    

*Liana Velado es Médico de familia. Psicoanalista miembro de la ELP y la AMP.