por Henri Kaufmanner*

ORIGINAL EM PORTUGUES (BR)

Según la anécdota[1], un psicoanalista lacaniano, al ser conducido a una cirugía de urgencia, estirado sobre la camilla, antes de la anestesia, se dirigió al cirujano diciendo: Doctor, esas cosas que fui diciendo sobre la medicina y la ciencia son apenas una broma, ¿¿¡¡sabe!!??

Esta anécdota desvela la disyunción fundamental entre el psicoanálisis y la medicina, en la medida en que esta, nos recuerda Lacan, en la modernidad, fue tomada por la ciencia[2]. Su comicidad revela, que no desconocemos el lugar e importancia de la ciencia cuando, por ejemplo, la dimensión biológica de los cuerpos exige una intervención. Una cirugía es un procedimiento en que, anestesiados, nos apagan para cualquier respuesta subjetiva.

La pandemia del Nuevo Coronavirus nos lanzó a una situación algo similar, el saber de la ciencia se revela lo único capaz de indicar un camino posible. Y, a pesar de los esfuerzos del buen humor, la pandemia sigue el recorrido de la tragedia: hay una muerte que se anuncia como destino inevitable.

Vivimos, de manera abrupta, una subversión de los modos en que el cuerpo era experimentado en nuestros tiempos, y tal cambio, creo, dice al respecto de los efectos sobre lo imaginario de la muerte.

Freud señalaba la inexistencia de cualquier representación de la muerte en el inconsciente. Cuando la Primera Gran Guerra, observó la transformación del mundo en un lugar extraño, en el que el ciudadano civilizado vivía un gran desamparo[3]. Para Freud, ese encuentro con lo Real revelaba la dimensión ilusoria e idealizada del mundo. Con la guerra, la muerte que acostumbraba a ser dejada de lado, y que era tratada como un caso fortuito, pasaba a acontecer en gran número, provocada por una poderosa maquinaria de guerra y destrucción. Aún según Freud, nuestra relación con la muerte sufriría una profunda transformación, pues aquella realidad barrería el tratamiento convencional que teníamos para ella. Ya no seríamos capaces de continuar manteniendo la relación anterior con la muerte, sin haber encontrado aún una nueva.

La Primera Gran Guerra, con su maquinaria de dejar vivir o hacer morir, desveló el avance del biopoder y de la necropolítica sobre el mundo. Tal realidad no era nueva para los pueblos colonizados del Nuevo Mundo, particularmente aquellos que se vieron retirados de su historia y familiaridad, tomados por los esclavistas. Una de las marcas de la esclavitud, era la pérdida del derecho sobre la prole, su vida y su muerte. El biopoder y sus formas de excepción avanzarían aún más con la dominación del nazismo, con los campos de concentración, y el horror emblemático de la Shoáh.

NueStro mundo presenció, desde entonces, una diseminacion de máquinas de destrucción, de la lógica de control de los cuerpos, de la soberanía sobre la muerte arrancada en las nuevas formas de dominación y servitud, revelando así, la nueva relación con la muerte, interrogada por Freud.

Pero contemporáneamente, vimos como el imperativo del consumo capitalista y su lazo intoxicado, transformó de forma epidémica a los seres hablantes en adictos, tomados por la oferta atemporal y atópica del goce. La alteridad del cuerpo, ese cuerpo que tenemos y que habitamos en su extimidad, la responsabilidad del ser hablante con él y su goce, y por tanto con lo que separa vida y muerte, fue gradualmente tomado por la compulsión. Las imágenes ofrecidas al consumo por las nuevas tecnologías, se volvían formas imaginarias imperativas de ser.

Con la pandemia del Coronavirus, y el distanciamiento social y regímenes de cuarentena que somos impelidos a realizar, orientados por la ciencia, cada uno de nosotros se vio enfrentado al retorno de un infamiliar en nuestras vidas. De modo distinto a la situación de la anécdota, en que el cuerpo es ofrecido a la responsabilidad de Otro, no hay anestesia.

El virus mostró a cada uno, su alteridad en relación a la casa que habita, un real que se precipita más allá de esa extraña biología con la que pasamos intensamente a convivir. El mundo quedó atento al hecho de que, más allá del saber de la ciencia, imprescindible, más allá de la esperanza religiosa, hay un cuerpo que retorna a casa en esta cuarentena. Un cuerpo en su alteridad, que escapa a los semblantes, y junto con él, una muerte de la que no tenemos como separarnos.

Escucho ese extrañamiento en las visitas virtuales, sea en forma de angustia, hipocondría, perplejidad, sea también en la riqueza de las soluciones de vida encontradas. Es posible presenciar nuevos usos de la tecnología, desenganchados de la compulsión, en las conversaciones, en los actos y sonrisas en las aproximaciones posibles, en el ejercicio de tratar lo trágico por lo cómico.

Vivimos en un mundo bastante extraño, infamiliar. Cada uno, en este momento, tiene la posibilidad de verse delante de su doble, dándose cuenta de la mortalidad de su cuerpo biológico, y por la recuperación de su muerte, tiene la oportunidad de hacerse más responsable de su deseo y de su vida.

No sabemos que mundo vendrá después de esta experiencia. Sabemos, con todo, que delante de la novedad que vendrá, cabrá a nosotros analistas y al psicoanálisis, sustentar su discurso, actualizar su práctica, delante de ese desamparo y de la angustia, sobretodo en el esfuerzo de hacer valer la grieta, delante de los inevitables esfuerzos que existirán de biocontrol de las muertes, y, por lo tanto, de nuestras vidas.

 

*Henri Kaufmanner es Psicoanalista, miembro de la EBP y la AMP, Psiquiatra, Máster en Psicología por la UFMG, Doctorando en Psicología por la UFMG, Tutor de la Residencia de Psiquiatría del IRS/FHEMIG

**Traducción del portugués de Araceli Teixidó

NOTAS

[1] Utilizamos o “infamiliar” como traducción al portugués de “Unheimliche”, traducción adoptada por Gilson Iannini y Pedro Heliodoro Tavares, en el volumen “O infamiliar ( Das Unheimliche)” de la colección Obras Incompletas de Sigmund Freud, Belo Horizonte: Editora Autêntica, 2019.

N de la T: en español, la traducción de unheimliche en la edición de Amorrortu es “ominoso”. Freud indicaba que el término alemán procedía de lo opuesto a lo “íntimo, doméstico o familiar” (Freud, S. “Lo ominoso” O.C. vol.XVII, pág. 220) Conservamos el neologismo propuesto por el autor en la traducción puesto que la evocación funciona también para el español.

[2] LACAN, Jacques. « Psicoanálisis y medicina ». (1966).» En Intervenciones y textos 1, de J. Lacan.

Buenos Aires: Manantial. Págs. 86-99.

[3] FREUD S. (1915/1969). De guerra y muerte. Reflexiones de actualidad en O.C. Vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu. Págs. 273-303