por Kepa Torrealdai
Podríamos diferenciar una doble valencia, un doble significado en cuanto a la figura del médico. Una figura que antaño era tan venerada como temida. Hoy en día la veneración ha caído, el médico ha dejado vacío el pedestal donde se encumbraba y ha pasado a ser un ciudadano más. Un oficio más. Incluso una carrera que por su longitud y su dedicación producía un cierto rechazo, en los tiempos fulgurantes en los que vivimos. También, quizá la colonización de la ciencia ha colaborado a que la figura del médico de antes, cediera su lugar. El lugar del clínico, del observador, el lugar del profesional que se tomaba “un tiempo” para hablar con el paciente incluso en las urgencias más graves. Quizá cuando la vida está más en juego corresponde tomarse “un tiempo”, para pensar de lo que se trata. Para recuperar la clínica más clásica, la exploración más detallada. Ahora que los escáneres han robado el lugar de la anamnesis y de la exploración más pausada, queda otra vez en entredicho la figura del médico.
¿Simple interpretador de imágenes diagnósticas? ¿Simple técnico de las variables analíticas? El médico había caído del lugar en el que estaba en la sociedad. Hasta que se produjo lo impensable, no inimaginable, lo más real que haya podido suceder desde la gran pandemia del 18 o de las guerras mundiales. Una sacudida a nuestra sociedad del bienestar, del ocio, del fútbol por las tardes, del ciclismo de verano y de las copas en las terrazas… Un tsunami que todo lo ha parado, que todo lo ha anegado con su inundación de realidad. Un cierto despertar en una cultura que vivía fascinada por tronistas de circo, bufones de la corte y genios del balón. Todos silenciados por una marea que no para de subir, la marea de fallecidos. Aquellos que sí vivieron las guerras mundiales y la guerra civil. La manera más cruel de fallecer para muchos, sin el contacto de los suyos… También un cierto despertar brusco, de la deriva política de privatización de la sanidad pública en manos de ciertos oligopolios, así como del negocio al alza de las residencias privadas de mayores.
En este mare magnum ha vuelto a renacer de sus cenizas la figura del médico. La del médico que nos puede salvar. Que nos puede tratar y nos puede intubar en el caso de que nuestros pulmones se inflamen tanto que no puedan respirar. Una figura en la que se delega el peso de la realidad, demasiado penosa, en este momento de discontinuidad. Un islote donde respirar, donde aferrarse en el naufragio.
Pero todo este ensalzamiento, esta elevación al cenit social, viene a su vez atado a un reverso tenebroso. A una valencia diferente y en total oposición a la del salvador. El médico considerado como alguien peligroso que pueda ser foco de contagio, alguien que pueda traer el virus a la comunidad de vecinos. O como alguien que fue el creador del propio virus en algún laboratorio malintencionado. También es problemática la posición del médico, cuando no ha podido salvar una vida. Es decir, cuando no ha podido encarnar esta figura del salvador, puede que el trágico desenlace promueva en los familiares una tendencia hostil contra él. La figura del salvador se puede deslizar en segundos a la figura del malhechor.
Así, el médico bascula entre las dos valencias antagónicas. Entre una figura de salvador y la figura del que pudiera llevarnos a lo peor. Le será asignado una de las dos, siendo ambas fluctuantes y como a modo de vasos comunicantes, una cederá el lugar a la otra.
Entonces, corresponderá a la posición inconsciente del médico de qué vestimenta servirse. En general, casi nadie se viste del lado tenebroso, no por lo menos de manera consciente. Pero sí muchas veces de la valencia salvadora. No podría ser de otra manera. La cuestión es que se trata de una especie de “túnica de Neso”, envenenada en su origen, que en cualquier momento puede estallar en llamas. Así esta túnica, puede producir una fantasía en la que el médico pueda identificarse con esta posición y llevarla hasta que un desenlace trágico o un cierto psicoanálisis lo devuelva a la tierra.
*Kepa Torrealdai es médico y psicoanalista