Al pie de la letra
Nos encontramos preparando el próximo encuentro “Al pie de la letra”, esta vez de la mano de John Berger y su libro «Un hombre afortunado». Vuelve a interrogarnos ¿qué sostiene a un profesional como Sassall para continuar en el día a día cuidando a personas con experiencias variadas, algunas imaginadas y otras no?
Os invitamos a que compartáis una líneas, como parte del trabajo introductorio al encuentro del próximo día 6 de mayo, con preguntas, dudas o sugerencias a las que os ha llevado la lectura de este libro y que se entrelazan con vuestra experiencia clínica, y que en ocasiones os han interpelado en ese sostener el día el día con encuentros esperados o inesperados.
Guillem Homet*
Unos reumatólogos, conocidos y de buen hacer, se quejaban, con horror, de que a menudo pacientes iniciaban la consulta con la frase “no sé por dónde empezar…” y uno de ellos comentaba la inquietud que esto le generaba. Decía que tras este tipo de inicio aparecían una variedad de problemas o situaciones que en principio no le concernían, que se alejaban de los síntomas y signos propios de su especialidad y que dificultaban el curso habitual de su trabajo. En algún momento, otro puntualizaba que ante esta situación rápidamente ponía límites explicitando un “sí, pero dígame exactamente dónde le duele y desde cuándo”. Esto con el objetivo de acotar el campo, de reducirlo y permitir cosificar y tecnificar el acto médico, de permanecer en un campo conocido, sin sobresaltos.
Es como pretender poner puertas al campo.
Esta frase inaugural, “no sé por dónde empezar”, que no es más que la presentación de la complejidad que trae el paciente, en cualquier circunstancia, es como decir: “traigo mi persona y toda su singularidad”, su subjetividad y la dificultad de simplificar, de esquematizar, de sistematizar. De centrar el malestar en un solo punto con unas solas palabras.
Clarice Lispector, en su libro “La hora de la estrella”, hace una reflexión pertinente a propósito del empezar una historia: “¿Cómo empezar por el principio, si las cosas ocurren antes de ocurrir?”. Por más que el médico intente reducir lo que el paciente manifiesta a un dolor en un determinado lugar, a un hueso específico, a una articulación precisa, lo que el paciente expresa solo cobra sentido porque viene precedido de unos hechos y estos de otros y así sucesivamente. Lo más habitual es que la clave para entender ese sentido se encuentre no en la descripción detallada de lo que está pasando en aquel momento si no en otro momento, en otro punto, en otro suceder.
Dependiendo del abanico de disponibilidades que el médico abra, más amplio o más estrecho, se podrá introducir en el campo del “donde empieza” o en el campo “donde las cosas ocurren antes de ocurrir” y continuar conversando con el paciente, continuar recorriendo ese campo común donde el poder entenderse, poder ir estableciendo puentes posibles y abordajes más adecuados a lo que el paciente aporta. Y a lo que el médico puede aportar.
Aportar, uno de cuyos significados es “llegar a algún sitio imprevisto después de andar perdido” según la RAE, para encontrar una clave posible, respetando ritmos, tiempos y contextos.
En este mismo libro, “La hora de la estrella”, hay un diálogo muy demostrativo entre dos personajes:
- ¿Por qué me pides tantas aspirinas?
- Es para no sentir el dolor
- ¿Qué dices? ¿A ver? ¿Tienes dolores?
- Siempre tengo dolores
- ¿Dónde?
- Dentro, no sé explicarme.
Esta es la tesitura en la que hay que recorrer por más explícita que sea la queja. El síntoma jamás viene solo, viene siempre acompañado. Y a veces es difícil saber con quién y muchas veces es difícil descifrar su significado o si es un simple trampantojo.
Este mismo libro de Clarice Lispector trata del proceso de construcción de un personaje, y de otros que circulan a su alrededor, por parte del autor-narrador que es a la vez personaje y que va dialogando consigo mismo y con el lector. En este proceso, el narrador, por momentos, se identifica, rechaza, se confronta, sufre, no acepta, se fascina, etc. con el personaje que va creando. De ese proceso, de esa interacción va surgiendo el personaje, se va configurando, se va reafirmando con unas determinadas características, va adquiriendo vida, vida propia.
Parafraseando a Clarice Lispector, ese es el proceso de construcción de un paciente que, salvando las distancias y la identificación final en el libro, han de aportar, médico y paciente juntos, tras un recorrido incierto, con punto de llegada imprevisto de antemano. Para un médico este paciente es único y está permanentemente en construcción. Y será más rico en matices cuanto mayor la disponibilidad del médico.
Especialmente, como decía el clásico portugués Camoes, porque ese recorrido ocurre en “mares nunca de antes navegados”.
*Guillem Homet es médico psiquiatra. Director médico de la Comunitat Terapèutica del Maresme. Director del Máster Salud Mental Comunitaria de la Universidad de Barcelona.