Por Lierni Irizar.
El cuerpo ocupa un lugar destacado en nuestra sociedad. La influencia de la biomedicina es fundamental en este protagonismo actual del cuerpo. Una biomedicina centrada en el estudio y tratamiento del organismo que nos suministra el modelo del cuerpo adecuado y que, al igual que el capitalismo y la tecnociencia, rechaza la idea de imposible en una aspiración imparable por mejorar la salud, prevenir enfermedades y prolongar la vida. En este camino, nos encontramos con el desarrollo cada vez más transparente del deseo de superación de un organismo considerado demasiado frágil, fallido y desobediente al ideal de perfección contemporáneo. El cuerpo se está volviendo obsoleto.
Este protagonismo del cuerpo aparece también en los saberes de la época. Sin la pretensión de referirme a todos ellos, voy a tratar de mostrar esquemáticamente hacia dónde y desde dónde se orientan algunas propuestas que en la actualidad reflexionan sobre el cuerpo.
Siguiendo a F. Ortega, podemos situar los discursos contemporáneos en diferentes puntos entre dos extremos. En un extremo encontramos propuestas que conciben el cuerpo desde una perspectiva materialista o esencialista. Incluiríamos aquí las propuestas que entienden el cuerpo como meramente biológico, fruto de la evolución e interpretado como texto genético. Propuestas biologicistas que consideran que la esencia humana es información genética. Somos nuestros genes. La biología identifica cuerpo y texto y siguiendo la metáfora, gracias a la actual ingeniería genética, se plantea la modificación del código de la vida. Surgen de este modo propuestas que hablan de una postbiología y postevolución. Se pretende borrar los límites entre organismos ya que el gen es el elemento común que opera en todos ellos y puede por tanto ser trasplantado. Las antiguas fronteras entre animales, vegetales, humanos y máquinas pueden y de hecho son derribadasy en consecuencia el cuerpo, el humano, la naturaleza, la evolución y la propia muerte se convierten en algo obsoleto. Una de las propuestas más llamativas en este sentido es la llamada filosofía transhumanista, que puede parecer disparatada pero que como afirma J. Peteiroplantea un mensaje que está calando y que se está plasmando en diferentes proyectos de investigación.El pensamiento transhumanista propugna el desarrollo de una nueva época protagonizada por un nuevo ser, no ya humano, sino transhumano e imagina un futuro inmaterial para la humanidad. El cuerpo es considerado no sólo superfluo sino también un obstáculo. La imperfección no nos viene dada como seres pensantes sino como cuerpos torpemente diseñados, anticuados para moverse en el nuevo ambiente que se gesta a través de las nuevas tecnologías. Sus partidarios se consideran inscritos en un nuevo paradigma que rechaza el anterior basado en la idea de que la condición humana es constante. Buscan sustituir la evolución natural por el cambio deliberado que se realizará gracias a la creación de órganos, la combinación de genes entre especies y los avances tecnológicos ligados a las máquinas. La conciencia es lo único salvable y por tanto la muerte del cuerpo y la transferencia de la conciencia a un sistema informatizado nos llevarán a la inmortalidad, una de las metas del Transhumanismo. La muerte es considerada una deficiencia fisiológica del organismo humano que puede ser suplida por la eternidad cuando la conciencia sea libre en el chip de un ordenador o cuando el cuerpo sea criogenizado en espera de la existencia infinita. Se desea trascender la muerte como límite máximo. Una vida eterna sin encarnación corporal.
En el otro extremo, encontramos numerosos discursos que desde la antropología y la perspectiva de género, mantienen una posición constructivista del cuerpo. Según estos enfoques, el cuerpo es considerado una construcción social, un mero envoltorio sobre el que actúan los discursos y las prácticas sociales. El cuerpo es visto como una construcción simbólica y no se tiene en cuenta ni lo carnal ni la experiencia del mismo. Entre estas propuestas encontramos la interesante visión de Le Bretonque analiza el modo en que hoy en día se construyen los cuerpos centrándose en aspectos sociales, culturales y también biográficos. Más llamativas son las propuestas que como la de Harawayplantean un proyecto de emancipación y liberación, en este caso de las mujeres, a través de la creación de nuevos seres, cyborgs, que supondrían de hecho la superación de las diferencias de raza, género y clase. Desde una visión constructivista, su busca la creación de un nuevo ser para escapar a la opresión. Un nuevo individuo no humano que gracias a la tecnología suponga una simbiosis entre humano y máquina creando una nueva identidad. La identidad cyborg.
Resulta curioso observar cómo en estas propuestas, teorías constructivistas y esencialistas se dan la mano en el rechazo del cuerpo.
Frente a estos enfoques teóricos, encontramos también propuestas fenomenológicas que sitúan al cuerpo como centro de lo humano. El cuerpo es considerado la base de la acción y la experiencia. Es la localización física desde la que hablamos, conocemos y actuamos y por eso, toda acción es primero acción corporal. Se considera que el cuerpo moldea el lenguaje y las estructuras racionales que utilizamos para comprender el mundo y al mismo tiempo el cuerpo es penetrado también por las relaciones de poder. La propuesta de F. Ortega se inscribe en este enfoque y plantea el cuerpo como lugar central en el mundo que se experimenta como centro de visión, centro de acción y centro de interés. El cuerpo que somos y tenemos no es sólo un objeto de control y vigilancia, ni una construcción discursiva, mediática o especular, sino el sujeto de la experiencia y de la acción. Es una posición que tal y como Merleau-Ponty afirmaba, sitúa el cuerpo en el punto cero de todas las dimensiones del mundo.
Considero que estos diferentes enfoques teóricos pueden iluminar algún aspecto relacionado con el cuerpo pero creo que la teoría lacaniana va más allá al plantear las tres dimensiones del cuerpo, real, simbólico e imaginario. Las propuestas previas dejan de lado alguna de estas dimensiones, y además, la fenomenología es cuestionada en su idea del cuerpo como punto cero y como lugar de unidad. Siguiendo a Lacan, para que haya cuerpo tiene que haber un viviente, un otro y el Otro simbólico. No es por tanto el cuerpo el que moldea el lenguaje y las estructuras racionales sino que es el lenguaje el que marca y moldea el cuerpo y el sujeto.
Podemos afirmar que en la actualidad tenemos dos visiones del cuerpo aparentemente paradójicas. Por un lado, el cuerpo como lugar del mal, cuerpo despreciado que hay que remodelar y a poder ser, eliminar. Es la idea que subyace en las teorías que consideran la encarnación biológica como un mero accidente histórico y no como una característica inherente a la vida. Por otro lado, nos encontramos con el cuerpo mimado, cuidado, en el que el individuo busca su desarrollo y salvación. Se trata del intento de suturar la falta, la división, lo inconsciente y lo pulsional por el culto y cuidado del cuerpo. El cuerpo como respuesta a la división del sujeto. Ante el Otro que no existe y la falta de los otros, lo que queda es la salida por el cuerpo. Pero este cuerpo mimado es, además de objeto de mercado, un cuerpo sometido a un proceso de transformación constante. Y de este modo la paradoja se desvanece. El amor desmedido al cuerpo se revela como otra cara de lo mismo: el rechazo del cuerpo vivo y por tanto, cuerpo de goce, que además se deteriora, enferma, envejece y muere y eso, hoy, es cada vez más insoportable.
El cuerpo incierto, F. Ortega, 2010.
En 1986 se produjo la fusión entre los reinos animal y vegetal cuando el gen de la luz de las luciérnagas se introdujo en el código genético de la planta de tabaco para conseguir que las hojas resplandecieran.
El autoritarismo científico.J. Peteiro, 2010
Es el llamado enfoque Nano-Bio-Info- Cogno, NBIC.
Página Web de la Asociación Mundial Transhumanista
Antropología del cuerpo y modernidad, D. Le Breton, 1.995.
Análisis en Ontología cyborg, T. Aguilar, 2008.
Como afirma J. A. Miller en Biología lacaniana, Lacan critica a Merleau-Ponty porque el cuerpo como lugar de unidad es la identificación entre ser y cuerpo que implica de hecho borrar al sujeto.