por Manuel González Moliner
Comentario de la noticia: El abordaje del dolor no mejorará sin preguntar a quienes lo sufren
El dolor del cuerpo no es nada desconocido para los que ejercen la clínica. La demanda del sujeto al médico para que busque alivio a este dolor es muy común. El paciente suele pedir, de inicio, algo que permita hacer callar al cuerpo. De este modo, la consulta se abre desde la negación de la subjetividad. Esto puede poner, durante un tiempo, al médico a trabajar, como lo hace el Amo en el discurso de la histeria, produciendo nuevos significantes y nuevos tratamientos.
Paradójicamente, aunque muchos de estos pacientes vienen ya con tratamientos derivados de la morfina, el dolor sigue presente de forma estruendosa ¿Cómo hacer callar a ese cuerpo que habla, que parece no darse por aludido ante la farmacopea y el supuesto saber del médico? El médico reconoce su impotencia a la hora de nombrar el sufrimiento del paciente. Así, algunos significantes se ponen de moda, pero, igual que irrumpen, pierden su efecto apaciguador y el paciente reniega de ellos; los deja caer porque ya no sirven para nombrar lo que les pasa. Tal es lo que ha sucedido con el significante “fibromialgia”, e igual sucedió con otros antes. El médico, perdido, busca nuevos significantes, creando siglas y conceptos, tratando de medir y clasificar, intentando dotarlos del brillo de una ciencia que, una y otra vez, se muestra incapaz de homogeneizar los dolores del cuerpo de cada sujeto.
En la clínica, a veces, cambiando el modo de escucha, hay oportunidad de sacar al sujeto de esta trampa y operar un giro discursivo que haga hablar al sujeto; es decir, al Sujeto del inconsciente. Entonces, pueden poner palabras a una falta en Ser que durante años ha tomado una posición melancolizada. Muchas veces, son mujeres que cuentan una vida de servidumbre al Otro hasta la aparición de este dolor, omnipresente y proteiforme. Aunque por momentos han encontrado cierto refugio en un diagnóstico, luego, rigiéndose por la lógica del no-todo, se resisten a ser nombradas por un significante para-todas. Solo bajo transferencia se puede averiguar algo del goce singular de ese cuerpo que habla su propio idioma. Entonces es cuando cabe una nueva relación, un saber hacer nuevo con ese síntoma del cuerpo, una oportunidad para poner palabras que permitan hacerlo más soportable.
*Manuel González Molinier es Médico psiquiatra. USMC de Las Lagunas (Málaga)