por Esperanza Martín Correa*

Ante la demanda, la primera cuestión que se me plantea es si realmente se trata de una demanda de eutanasia, saber si la angustia que causa el hecho de vivir y que condiciona la petición de eutanasia responde a una decisión meditada y razonada o si son otras las causas que la motivan**.

También me han surgido preguntas, en estos inicios de la andadura de la ley, en relación a cómo gestionar los procesos para controlar el grado de intimidad imprescindible que requiere una petición como esta (y que tal vez, llegado el momento, pueda transgredir al tener que compartir la petición expresada por el paciente con muchos compañeros a quienes tendré que consultar necesariamente).

Me planteo también hasta qué punto conozco el entorno del paciente y las personas que le rodean y cómo podré relacionarme con ellas y gestionar sus dudas y sus miedos para que podamos acompañarnos en un proceso como este.

 

En cuanto al tiempo de decidir, me he planteado a quien debo recurrir para que me ayude en la toma de decisiones (a qué compañeros recurriré, con quien compartiré las dudas,…) Mi corta experiencia me ha demostrado que esta elección puede ser  decisiva en alguno de los casos que comporten mayor complejidad.

Me planteo si mis creencias, mis miedos y mi profesionalidad pueden interferir cuando tenga que analizar lo que para el paciente significa una vida digna (sobre todo en los casos en los que no exista un diagnóstico de enfermedad degenerativa y terminal a corto plazo).

Me cuestiono también si mis inseguridades y carencias en relación a mi capacitación profesional en este proceso (por lo novedoso) y mi escasa experiencia pudieran condicionar los tiempos que requiere el proceso en el caso de que mi decisión sea favorable.

 

Estas demandas tienen efectos en mí. En primer lugar, la incertidumbre sobre si he interpretado bien la demanda y si hemos puesto a disposición del paciente todos los recursos posibles para aliviar el sufrimiento que motivó la demanda.

También, si el haber intentado ser rigurosa con la aplicación de la ley (y los tiempos que marca) ha sido o no beneficioso para mis pacientes (y sus familias).

Y finalmente si el esfuerzo que me supuso asumir estas demandas de eutanasia no causó una inequidad en mi atención al resto de demandas de otro tipo que se produjeron en mi consulta de atención primaria durante aquel tiempo.

 

* Esperanza Martin Correa es médica de familia

**Desde la comisión organizadora hemos propuesto a algunos colegas:¿Qué preguntas te surgen frente a la demanda o posible demanda de un/a paciente de recibir ayuda para morir? ¿Qué cuestiones te has planteado o te plantearías en el tiempo de decidir? ¿Qué interrogantes te suscitan los efectos que estas demandas han tenido en ti?   Es decir, no esperamos respuestas, esperamos planteamientos, preguntas, aperturas. Nos parece que en cuestiones tan delicadas, es preciso plantear bien las cuestiones y demorar el tiempo de responder