por Kepa Torrealdai*

Comentario de la noticia: UN ESTUDIO REVELA QUE SER ATENDIDO POR EL MISMO MÉDICO ALARGA LA VIDA

El texto que me dispongo a comentar trata de la importancia del factor humano en la medicina, y señala que puede ser un factor protector frente a la muerte, mejorando nada menos que la comunicación, la satisfacción del paciente, el cumplimiento de los consejos médicos y un menor uso de servicios hospitalarios. En este caso se trataría de un factor humano que se prolonga en el tiempo, en el plano longitudinal, en la diacronía.

Sabemos que en una emergencia, un médico desconocido nos puede sacar de un apuro, nos puede salvar la vida. Pero los hechos traumáticos de la vida, los momentos difíciles precisan ser tejidos en un telar que se extiende en el tiempo. Es decir, estas roturas y descosidos del tejido deben ser remendados muchas veces de manera urgente, pero a la larga se tienen que incluir, integrar en una narrativa que apunta hacia el horizonte.

Es en esta diacronía donde se establecerá dicho factor humano, esta relación clínica tan peculiar que sucede entre el médico y el paciente. Donde la confianza, la revelación de los secretos, la angustia… se pueden desplegar.

De esta manera el tratamiento viene a ser parte de una cadena, en vez de tratarse de eslabones solitarios e inconexos. En este eje longitudinal, es donde se aprecia que las soluciones cortas, milagrosas y totalmente concluyentes naufragan.

Por ejemplo las terapias cortas, las dietas express  y la modificación de conducta de las curas relámpago pierden fuelle y a la larga demuestran su caducidad, para retornar de una manera insistente, problematizada e irresuelta. Es un ciclo que se cierra con la promesa de la siguiente cura solucionista.

Dicho esto, la relación médico-paciente supone una transferencia de un paciente a un médico. La transferencia es una suposición de saber, una investidura que viene de parte del paciente en dirección al clínico, lo que trae consigo una confianza y sedimenta las bases de dicha relación. Un médico no es una pieza de recambio, parte de una maquinaria sanitaria, en la que no importe la cuestión personal. No es una pieza intercambiable y el intercambio sistemático no es sin consecuencias. En el metabolismo acelerado de renovación de la medicina, que busca en la última imagen médica los secretos últimos del organismo del paciente, que por cierto, bienvenidos sean, lo que pierde en el camino es otro tipo de secretos que son cruciales. Es el secreto subjetivo del paciente, que es desvelado a su confesor, que no es cualquiera. Y este confesor no es intercambiable. Y muchas veces esta revelación tiene consecuencias clínicas…

Este lugar habitualmente lo ocupa el médico de cabecera. El médico que acompaña en el tejido de la historia del paciente de manera longitudinal. Habrá especialistas que pongan broches o puntuaciones de manera transversal, pero todas tendrán que ser incluidas en esa trenza que avanza en el tiempo. Aunque hilando más fino, también podríamos proponer que fuera siempre el mismo especialista el que tratara las patologías correspondientes de su especialidad, cosiendo cada uno su diacronía particular. Y que no quedaran hilos sueltos inconexos, a la espera de ser incluidos por el sastre generalista.

Sin embargo la fantasía de la propuesta cientificista va en otra dirección. Obviando dicha transferencia que supone la relación clínica, se espera la automatización de los resultados gracias al avance científico y de la telemedicina. Queda apeada a un lado la continuidad del caso a favor de las soluciones momentáneas de las recetas cortas e impersonales, del café para todos.

Hablando  del tema con un compañero de carrera me respondió: No hacen falta estudios para demostrar lo que el título del texto comentado describe “ Ser atendido por el mismo médico alarga la vida”, uno puede tirar del refranero  popular:

“Un médico cura, dos dudan, tres muerte segura”

*Kepa Torrealdai es médico de familia y psicoanalista