Respuesta de Manuel González Molinier:
Con esta pregunta resuena en mí, de inicio, ese ambigüedad particular del significante “receta”. Porque, en mi práctica clínica, donde soy convocado como médico, la receta viene a hablar de aquellos fármacos que son prescritos al paciente; es la orden firmada que permite sacarlos de la farmacia, para tomarlos de una determinada manera y a una determinada hora. No se escapa nunca, sin embargo, esa otra acepción relacionada con la cocina, que se refiere a las indicaciones que han de seguirse, los pasos que se han de recorrer, para la elaboración correcta de un plato. De modo que a la pregunta de cómo cocinar tal o cual plato, un cocinero siempre podría decirnos, no sin sorna: “solo hay que seguir la receta.”
Sin embargo, Freud nos advirte: “[La cultura] …Tampoco se cuida lo bastante de los hechos de la constitución anímica de los seres humanos, proclama un mandamiento y no pregunta si podrán obedecerlo. Antes bien, supone que al yo del ser humano le es psicológicamente posible todo lo que se le ordene, pues tendría un gobierno irrestricto sobre ello.” (Freud, El malestar en la cultura)
Apunta con agudeza que hay algo de irrealizable en esa receta que el ideal de la cultura impone. Esa receta de curación supone un yo capaz, en efecto, de curarse si así se le ordena. Los pasos a seguir, como en el cocinado, aquí consisten en tomar tal o cual fármaco con una determinada pauta, o seguir las indicaciones de una determinada terapia para-todos, convenientemente descrita en un manual.
Sabemos, sin embargo, que el sujeto se resiste a curarse, y que no hay cura-tipo.
Podemos pensar que Freud ya intuía lo que Lacan abordaría más tarde en su intervención hoy conocida bajo el título “Psicoanálisis y medicina”: el debilitamiento de la figura del médico, con la entrada de la medicina en el campo de la Ciencia.
Lacan nos dirá: “Quisiera hoy considerar ese lugar del psicoanálisis en la medicina desde el punto de vista del médico y del rapidísimo cambio que se está produciendo en lo que llamaría la función del médico, y en su personaje, ya que éste es también un elemento importante de su función.” Para apuntar luego algo de este cambio que ya se observaba en los años 60 del siglo pasado: “El médico es requerido en la función de científico fisiólogo, pero sufre también otras llamadas: el mundo científico vierte entre sus manos el número infinito de lo que puede producir como agentes terapéuticos nuevos, químicos o biológicos, que pone a disposición del público, y le pide al médico, cual si fuera un agente distribuidor, que los ponga a prueba. ¿Dónde está el límite en que el médico debe actuar y en que debe responder a algo que se llama la demanda? “ (Lacan, Psicoanálisis y Medicina)
Todo médico, allí donde ejerce, está presente ante esa división del paciente, la que de inicio separa la demanda del deseo. Deberemos pues sostener esa posición de Sujeto-Supuesto-Saber, ese “personaje del médico” que Lacan señala, sabiendo que no hay recetas; no sabemos nada. Ninguna curación puede ser, por tanto, recetada, pues no hay un yo capaz de obedecer a esa orden. El camino es otro; sostener la demanda justo allí donde se divide el sujeto, con un oído siempre atento a lo real de un goce que no cesa de no inscribirse y que late bajo esos “hechos de la constitución anímica del sujeto” que señala Freud, que se niegan a obedecer ese mandamiento de la cultura que bien podría escribirse hoy como “Salud para todos”.