por Lierni Irizar*
Comentario del artículo
ADHERENCIA AL TRATAMIENTO ANTIRRETROVIRAL Y DERECHOS HUMANOS
El sida ha mostrado claramente a lo largo de su historia que el hecho de enfermar es un proceso enormemente complejo, mucho más que la infección por un determinado virus. Numerosos factores subjetivos, biológicos y sociales se entrecruzan creando un red de interrelaciones que solo desde un visión reduccionista se pueden tomar por separado.
Esta notica nos ofrece un ejemplo de dichas interrelaciones ya que pone en evidencia la conexión entre la prevención del VIH, su tratamiento y los derechos de las personas afectadas.
Plantea una cuestión que a pesar de haber sido divulgada públicamente, resulta llamativamente silenciosa, tanto por parte de los profesionales sanitarios como de los diversos agentes sociales y sobre todo de la población general que vive mayoritariamente al margen del sida.
Diversos estudios han demostrado que personas que viven con VIH y tienen carga viral indetectable gracias al tratamiento antirretroviral, no transmiten el virus aunque realicen prácticas de riesgo.
Es una noticia excelente tanto a nivel epidemiológico como personal. Es una esperanza para que el avance de las transmisiones sea cada vez menor y permite a las personas con VIH liberarse del peso, a veces terrible, de su condición de potenciales transmisores del virus con todo lo que esto puede suponer para un sujeto.
Considero que el silencio que acompaña a esta buena noticia obedece por un lado al temor a que se produzca una mayor relajación ante el VIH, a que se banalice su potencial peligro y disminuyan aún más las medidas de prevención. A lo largo del desarrollo de esta epidemia que dura ya muchos años, no se ha conseguido concienciar a la población general sobre su responsabilidad en la prevención. Ésta ha recaído de modo culpabilizador sobre los afectados que además de cuidar su salud, tomar tratamientos y luchar contra la discriminación, han sentido la responsabilidad de cuidar a otros realizando prácticas sexuales seguras y tomando precauciones que se acompañan a menudo de fuertes vivencias de temor y culpa.
Pero podemos también añadir otra hipótesis no tan obvia para explicar dicho silencio. Sabemos que el sida se asoció desde su inicio a determinados colectivos llamados de riesgo que fueron condenados por sus prácticas de goce consideradas degeneraciones del sexo y abuso de drogas. Podemos pensar que silenciar la desaparición del riesgo en dichas prácticas permite perpetuar el rechazo, la condena y el horror al goce. El estigma del sida asociado al goce no desaparece y se hace oír hoy a través del silencio.
Este artículo traslada el mensaje siguiente: ahora que las personas con VIH en tratamiento no transmiten el virus, quizá puedan disfrutar de sus derechos y libertades en igualdad de condiciones.
Es un mensaje esperanzador que refleja no obstante la triste realidad. Todavía hoy, a pesar de toda la información existente, se discrimina a las personas con VIH en el acceso a determinados trabajos, oposiciones, recursos sociales e institucionales.
Una vez más, el sida nos enseña que la información no es suficiente para que nuestras percepciones, temores, rechazos y comportamientos se modifiquen. Dichas cuestiones se relacionan con aspectos inconscientes que desconocemos y que no son fácilmente modificables con campañas de sensibilización aunque éstas sean, por supuesto, necesarias.
Si bien la respuesta médica al VIH ha sido siempre rápida, fructífera y en gran medida exitosa, la respuesta social y de derechos no lo ha sido tanto. El artículo anima a la revisión de barreras institucionales, legales y actitudinales encaminadas a la equiparación de derechos y libertades. Un llamamiento necesario ante la constatación de esta nueva realidad.
El esfuerzo de las personas con VIH, que pasa en este caso por la adherencia a un tratamiento de por vida, abre la vía a la construcción de una convivencia más igualitaria, al menos en lo que se refiere a la ley.
A pesar de que el psicoanálisis se ocupa de la escucha del malestar caso a caso, sujeto a sujeto, el psicoanalista ciudadano no puede no apoyar cualquier iniciativa que se encamine a la igualdad de derechos aunque sepa que la igualdad real es imposible y busque, con su trabajo, la producción de la diferencia absoluta.
*Lierni Irizar es psicoanalista miembro de la ELP y la AMP