por Emilio Pérez Villagarcía*

  1. El inconsciente lingüístico:

Además de en los individuos, como bien es sabido desde el psicoanálisis,  se podría decir  también que en toda lengua hay un inconsciente**.  Es un inconsciente colectivo, en el sentido de que es compartido por todos los hablantes de la misma, pero no es la intención de este trabajo derivar hacia una concepción del término al estilo junguiano sino proponer, siguiendo a Emmanuel Lizcano1, la existencia de un “imaginario apalabrado”, un conjunto de metáforas compartidas por los hablantes de una lengua que, por un lado, determinan el pensamiento y la visión de la realidad que ese grupo humano comparte, pero que, al mismo tiempo, se construyen desde el conjunto de experiencias de la realidad que les son posibles (y no otras), en una relación de doble sentido que se retroalimenta.

Para Lizcano, bajo cada concepto, imagen o idea late una metáfora que ha olvidado que lo es tras un largo proceso de depuración y olvido2. Estas metáforas “muertas” forman así una  capa solidificada en lo profundo de este “imaginario” que paradójicamente, lejos de estar sin vida, no dejan de moldear el mundo en que vivimos, ya que es justamente aquí, según este autor, donde se asienta la verdadera fuerza de las ideologías.

La idea de que hay vida o muerte en las lenguas se hace obvia en la expresión de que existen “lenguas vivas y muertas”, y el hecho de que en el interior de un sistema conceptual o perceptivo laten las metáforas es también la propuesta, en lo esencial, que hace el filósofo esloveno Slavoj Zizeck en  su conocido discurso sobre “la muerte de las ideologías”3.

Lakoff y Johnson llegan más o menos a las mismas conclusiones en su libro “Metáforas de la vida cotidiana”, tomando, para ilustrar el planteamiento de que nuestros sistemas conceptuales, ideológicos y perceptivos tienen fundamentalmente una estructura metafórica  inconsciente, varios ejemplos entre los cuales podemos citar, como muestra, el hecho de que en nuestra cultura una discusión es una guerra (atacamos o defendemos argumentos, hablamos de estrategia, de ganadores y perdedores de un debate, etc.)4. Dado nuestro nivel de desarrollo actual, la guerra ha pasado de un plano sensoriomotor a otro simbólico (en el mejor de los casos), pero la esencia, a grandes rasgos, es la misma, sólo que no somos muy conscientes de ello.

Otro ejemplo sorprendente de lo anterior, pero en la dirección contraria (la realidad que podemos pensar moldea las nuevas metáforas que nos son posibles), es la hipótesis, desarrollada por Lizcano, de cómo se puede rastrear la fobia que en Occidente ha existido siempre al vacío en el desarrollo de las matemáticas, un campo supuestamente libre de aspectos metafóricos y considerado objetivo. De este modo, la concepción de la resta sólo fue posible durante mucho tiempo para los occidentales desde una metáfora extractiva debido a la existencia de ese horror vacui, mientras que los orientales veían con mucha más naturalidad una concepción opositiva de la misma por estar habituados a las enseñanzas del Tao y a los conceptos de yin y yang. Esta diferencia determinó, en última instancia, que el desarrollo del cero y los números negativos fuese muy posterior en occidente, lo cual supuso un importante  atraso que tardó muchos siglos  en subsanarse 5 .

  1. Metáforas del tiempo en nuestra lengua:

Desde la hipótesis anterior, trataremos a continuación de rastrear qué ocurre con el concepto de tiempo en nuestro imaginario colectivo, investigando qué metáforas subyacen a la idea que tenemos del mismo y dan forma a las posibilidades que tenemos de pensarlo y relacionarnos con él.

Para comenzar, creemos que las dos primeras metáforas que utilizamos para poder pensar y hablar sobre el tiempo, que son también las más básicas y como tales, las más arraigadas en lo sensoriomotriz y en lo inevitable de que nos relacionemos con la realidad   desde un cuerpo,  son las de espacio y movimiento.

Se hace difícil hablar de lo abstracto sin echar mano de lo concreto, y una manera de hacer esto con el tiempo es considerarlo, en primer lugar, como un espacio o una sucesión de lugares. Esta idea se pone de manifiesto por ejemplo en la metáfora del progreso como un tránsito por diferentes espacios, o cuando expresamos que alguien “vive en la edad media” o  que una persona  “va a labrarse un futuro” 6.

Es bastante obvio que hay también una idea de movimiento que impregna el tiempo. Esto puede entenderse  en el sentido de que el tiempo está  parado y nos movemos a través de él, como parecen indicar expresiones como “avanzar a través de los años” o  “cuando entremos en la próxima década”, pero también como si se tratase de una entidad que se mueve, lo cual  estaría detrás de expresiones como “el tiempo corre/vuela” o “el paso de los años” 7. Quizás podemos entrever también rastros de estas metáforas en el propio Heráclito cuando dice que “no podemos bañarnos nunca dos veces en el el mismo río, porque las aguas siempre están fluyendo por encima de ti”.

Otra metáfora  muy relevante en nuestra sociedad es la concepción del tiempo como sustancia. Pero no como una sustancia cualquiera, sino como una sustancia finita y que se agota, lo cual  en nuestro imaginario social va asociado también  a la idea de “recurso” .

La metáfora del tiempo como recurso se basa, según Lakoff y Johnson, en nuestra experiencia con recursos materiales, los cuales normalmente son fuentes de energía o elementos en bruto que se transforman en productos, y a los que, además, se les asignan   determinados valores para su cuantificación 8.

Esta metáfora nos permite, según estos autores, percibir el tiempo como algo que se puede “usar para diversos fines” (pensemos que una de las expresiones que más éxito tienen últimamente a nivel social es la idea de que “hay que usar el tiempo en cosas productivas”), y también nos permite situarnos de una determinada manera frente al título del curso de este año (no hay tiempo), lo cual nos habla de nuevo a favor de la actualidad y relevancia social de esta idea.

El siguiente paso en una sociedad capitalista que percibe el tiempo como una sustancia cuantificable y valiosa es  pasar a una concepción económica del mismo, dando así lugar a la que probablemente es la metáfora más importante de todas sobre el tiempo en nuestro imaginario social actual o, al menos, en el que había a finales del siglo XX y principios del XXI: la de una sustancia valiosa y que se puede invertir: el tiempo es dinero, el tiempo es oro.

En nuestra cultura, el tiempo es visto, por tanto, mayoritariamente, como un recurso limitado a invertir en la consecución de objetivos, y se encuentra, además, ligado de manera muy estrecha al concepto de trabajo. Esta idea económica del tiempo es omnipresente tal y como plantean Lakoff y Johnson: los salarios se pagan por horas, días o años, el precio de una habitación de hotel es “por tiempo”, los presupuestos o intereses son anuales, las penas  impuestas por un juez se contabilizan en forma de euros/día o trabajos temporales a la comunidad, etc. También se hace muy patente en nuestro vocabulario cotidiano, como podemos rastrear fácilmente en las palabras que suelen ir ligadas al tiempo (invertir, tener suficiente, perder, gastar, ahorrar, etc) 9.

  1. Implicaciones de las metáforas del tiempo:

Como hemos visto, las metáforas son necesarias y útiles para pensar, pero no por ello son inocuas. El problema, como con muchas otras cosas, es que las metáforas son metáforas  pero la gente actúa como si fuesen reales. Pensar en el tiempo como un bien valioso sujeto a las leyes del mercado y regido por la lógica del sistema capitalista tendrá efectos importantes en nuestras vidas y no todos ellos positivos, así como el sistema capitalista tal como está pensado actualmente tiene también efectos nocivos en el mundo real que habitamos, nuestro planeta. Hay algunos de estos efectos que son inevitables y otros que podemos ir minimizando poco a poco, pero desde luego el primer paso para ello es saber que existen, y en esta cuestión concreta, eso se traduce en intentar ser conscientes del poder que las metáforas que usamos tienen sobre nosotros.

Me gusta mucho ilustrar el posible efecto de las metáforas económicas del tiempo en las personas recomendando la lectura del libro infantojuvenil de Michael Ende Momo, en el cual unos señores de traje gris, mediante promesas engañosas, convencían a los ciudadanos para que depositasen su tiempo en una cuenta de ahorros “en vez de malgastarlo”. El tiempo era transportado por ellos a los bancos, donde se almacenaba en forma de maravillosas flores cuyas hojas se secaban para elaborar los apestosos puros con los que estos seres se alimentaban. Paradójicamente, por más que las personas se esforzaban en ahorrar tiempo cada vez disponían de menor cantidad, eran más infelices y el mundo se estaba convirtiendo progresivamente en un sitio cada vez más gris y ahumado, algo que preocupaba considerablemente a Momo y contra lo que trataba de luchar con ayuda de sus amigos y la tortuga Casiopea.

  1. ¿Qué nos deparará el futuro?

 Nos gustaría terminar el trabajo pensando brevemente hacia dónde puede evolucionar esta cuestión en el futuro en nuestra opinión.

¿Qué papel jugará el tiempo en el nuevo  mundo postcapitalista al que nos dirigimos?

Con los nuevos cambios tecnológicos y sociales, los recursos que se consideran valiosos van cambiando, y con ello también cambian las metáforas y la utilidad que el sistema da a nuestro tiempo. En relación a lo anterior, hay quien opina que el nuevo tipo de sociedad postcapitalista hacia la que nos dirigimos será  conocida como “la economía de la atención10.

En este sistema, el tiempo pasa de estar ligado, fundamentalmente, a la cuantificación del  trabajo o la consecución de objetivos, a servir como medida de valoración del engagement de un contenido, un término que no tiene traducción exacta al español pero que viene a ser algo así como la capacidad que éste tiene para captar y mantener nuestra atención (para engancharnos, por así decirlo) 11.

El  engagement  de  un contenido o entorno virtual es el nuevo valor por excelencia de nuestra época, algo que explotan las compañías digitales en un mundo en la cual los nuevos  hombres de gris son gente como Mark Zuckerberg, Steve Jobs o Larry Page.

Este engagement cuantificable en términos temporales es, en definitiva, el valor potencial de un contenido para generar el producto que se busca, que no es otro que los datos personales de usuarios en forma preferencias, intereses y gustos sobre casi cualquier cosa, de los que va quedando un rastro que luego es procesado, analizado y vendido por grandes sumas de dinero al mejor postor. Puede que la frase que mejor resuma esta nueva filosofía sea una conocida máxima postcapitalista, de la cual no conozco el autor, que dice que “cuando no veas claramente el producto, estate atento porque puede que el producto seas tú”.

Probablemente no somos todavía del todo conscientes del alcance de esto, pero para entender lo que está pasando me gustaría  recurrir a una metáfora planteada en una ocasión por el Dr. Area12, el cual pensaba en este incipiente espacio virtual que está surgiendo y sus dinámicas como un territorio inexplorado que poco a poco será colonizado. En este territorio todavía no existen casi regulaciones ni leyes, sino que éstas se van construyendo sobre la marcha al estilo del Salvaje Oeste. El problema es que la colonización ha implicado tradicionalmente expolio de recursos y explotación de los colonizados por parte de los colonizadores, y mucho me temo que los datos son, en este sentido, el nuevo oro del siglo XXI, el cual está siendo extraído de nuestras cabezas casi a coste cero, sustituyendo las baratijas que se daban a los indígenas en el siglo XV por algo de comodidad de sofá y un puñado de likes.

¿A dónde nos llevará esto? ¿qué implicaciones tendrá? Seguramente, será el propio tiempo el que lo dirá…

*Emilio Pérez Villagarcía es psicólogo clínico y participante del Taller de la Palabra en Medicina de la SCB.

** Trabajo realizado para el Curso 2019/2020 del Taller “La paraula en Medicina”  de la Sección Clínica de Barcelona (SCB-ICF)

Notas:

  1. Lizcano, Metáforas que nos piensan, Ediciones bajo cero/Traficantes de sueños, Madrid 2006, pp. 60-61.
  2. Ibid, pp 63-65.
  3. Splandigo- Zizek y los retretes (v.o.s.e.) [Video File]. 2009, 23 de marzo [Consultado el  07 de julio de 2020] [Duración 4:37 min]. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=XfOa8G8J72g
  4. Lakoff, M. Johnson, Metáforas de la vida cotidiana, Cátedra, Madrid 1998, pp. 39-42.
  5. Lizcano, op. cit., pp 123-144
  6. Ibid, pp 65-66.
  7. Lakoff, M. Johnson, op. cit., pp 79-84.
  8. Ibid, pp 101-108.
  9. Ibid.
  10. “Economía de la atención”, en Wikipedia, La enciclopedia libre. 2020, 13 de junio, [Consultado el 07 de julio de 2020]. Disponible en https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Econom%C3%ADa_de_la_atenci%C3%B3n&oldid=126916377
  11. Peirano, El enemigo conoce el sistema, Penguin Random House, Barcelona 2019, pp. 13-42.
  12. Area, Comunicación personal, Inédito.