por Ángeles Jiménez*

Todavía sin que el instante de ver haya concluido, un largo instante de ver que nos ha colapsado la mirada en cifras que se van abriendo en tiempos para un comprender aún sin contenido. Todavía desconcertados, descolocados de nuestros respectivos lugares en el mundo, toca reconvertirnos, reconstruir lo que nosotros mismos hemos trastocado para sobrevivir. O quizá construir lo que nunca hubo, lo que tendría que haber habido, lo que deseamos que sea: así deberemos salir de nuevo a la calle.

Recortados los casos de enfermedad y muerte por COVID-19, los números, acuden los significantes en avalancha: una realidad nada fácil de comprender por su realidad misma. Los servicios sanitarios se encuentran exhaustos, aniquilados. Y no porque no se hayan limpiado los centros sanitarios, recogido los residuos, desinfectado los rincones, restituido los respiradores y monitores a su lugar habitual, recuperado los profesionales afectados… No es por eso: es la aniquilación del desmoronamiento, de lo irrecuperable de la muerte. De los que no van a estar con nosotros ya nunca más… Y así, con todo esto, hay que empezar de nuevo, empezar lo que nunca se empezó desde abajo, poner en marcha lo que nunca antes se había detenido, pero empezar desde arriba, desde todo lo que se quedó a medias, o antes de a medias. Y esto, ¿cómo se hace?, ¿dónde está el botón de arranque? Nadie lo sabe, tendremos que reiniciarlo entre todos, sin manual de instrucciones. La sanidad y la sociedad misma.

Así que ha llegado el tiempo para comprender, y nos va a costar aguantarle la mirada. Para comprender hace falta hacerse cargo de la propia angustia para atravesarla, y también para ayudar en el camino a otros con menos recursos para afrontar sus recorridos tortuosos. Se ha hablado mucho estos días del heroísmo de los sanitarios enfrentados al riesgo del contagio sin la debida protección, ni para el virus ni para el miedo, pues ahora este heroísmo se reparte a toda la sociedad, a cada cual el suyo. No se trata de no tener miedo, se trata de hacer algo con él para que no paralice: el miedo nos protege, la parálisis nos detiene.

Rescato una frase de Ángel Gabilondo que he leído estos días: «El coronavirus lo va a cambiar todo, también el modo de hacer política, que no es solo una lucha de poder, sino la resolución de problemas de los ciudadanos con los ciudadanos. Cualquier cosa que nos distraiga de eso es perder la perspectiva, no haber entendido nada». Espero que todos mantengamos la perspectiva, cada uno desde el lugar que ocupa. Y espero que las personas con responsabilidades políticas o a cualquier nivel de gestión, pública o privada, sepan colocarse a la altura de las circunstancias. Los ciudadanos también, muchos ya estamos trabajando para ello.

Y ahora, ¿qué? Se despliega un largo camino hasta el momento de concluir, y quizá nunca lo alcancemos del todo, pero mientras nos debemos a la esperanza, lo único que ha permitido continuar al ser humano habitando este mundo cuando se tambalean sus cimientos. Mi esperanza es que la solidaridad expresada estos días desde los balcones no se diluya en quejas improductivas, sino que se transforme en el motor de una sociedad nueva y mejor. Una esperanza activa en el trabajo de todos nosotros.

*Ángeles Jiménez es médico de familia. Coordinadora Médica del Servicio de Admisión del Complejo Hospitalario Universitario de Canarias (Tenerife)