por Ángeles Jiménez*

Comentario del artículo

LA GENTE RECLAMA FÁRMACOS PARA AFRONTAR LA VIDA

https://medlab.email/s/news/article/dra-hidalgo-ldquo-la-gente-reclama-farmacos-para-afrontar-la-vida-rdquo-?force=1

Leí hace unos días una entrevista a Laura Hidalgo, una médico de familia, en la que comentaba: la gente reclama fármacos para afrontar la vida  que me recordó una consulta reciente en el centro de salud de un paciente de algo más de setenta años, por lo demás con buen estado general de salud, en la que, ante mi propuesta de disminuir o suspender la prescripción crónica del tan venerado alprazolam (TrankimazinR), me rogó que no se lo retirara de la receta porque doctora, es lo único que me ayuda a aguantar a mi mujer, ¿sabe?, es que ella está enfadada con el mundo, y yo le digo que no va a ser el mundo el que esté contra ella, sino que ella está contra el mundo, y entonces se enfada más… no me quite la pastilla, por favor, que es lo único que me ayuda a soportarla.

He cambiado hace poco de cupo de pacientes a otro centro de salud urbano, por lo que todavía no los conozco, quizá por eso se producen consultas con menos prejuicios por ambas partes y los pacientes pueden escuchar palabras nuevas que les sugieran un discurso vital diferente.

Otra paciente, una señora también sobre los setenta años, acudió hace unos días angustiada no sabía por qué, siempre ha estado así. En realidad su demanda de consulta no era la angustia, sino cualquier otra, pero se le disparó ante mi indicación de que no podía continuar tomándose la poco conveniente mezcla de ansiolíticos –incluido, cómo no, el TrankimazinR– y antidepresivos que tenía prescrita desde hace años, y que posiblemente hubiera sido imposible cambiar antes. Al final, aceptó a regañadientes la modificación del tratamiento con mi propuesta de cita de seguimiento a los pocos días. Volvió a verme, parece que, aunque sea de manera discreta, ha cambiado una parte del apoyo en los fármacos a la conversación en la consulta y está algo más tranquila –sin Tranki–. Me comentó que lo que le pasa es por el cuidado de su marido enfermo: es que tiene muy mal carácter, doctora… El planteamiento que habría que sugerirle es por qué siempre ha estado tan nerviosa, estar nerviosa no es una enfermedad, sino una alerta del cuerpo a que algo va mal, ¿qué ha venido estando mal en su vida, señora? La señora lo respondió en la segunda consulta, parece que pudo intuirlo al disminuir la dosis anestésica, junto con una discretísima propuesta aperturista.

Situaciones vitales como estas, perpetuadas por no afrontarlas a tiempo, quizá anestesiadas largamente con fármacos y si no, con cualquier otra artimaña distractora –el cuidado de los hijos, las posibilidades económicas, el entramado familiar y social, los prejuicios ideológicos…–, producen un malestar que no tiene tratamiento farmacológico. Un malestar del que se tiene que responsabilizar cada uno, porque no puede ser de otra manera. Esa es la propuesta que hay que indicar a los pacientes porque es el único tratamiento efectivo, o los profesionales de la salud nos estaremos también distrayendo. Si no, continuaremos alimentando la estadística ilustrada en un artículo del periódico El Mundo del pasado septiembre: “La España del Trankimazin: la ansiedad es la última epidemia” http://www.elmundo.es/papel/lifestyle/2017/09/24/59c4d9e9e5fdea40168b45fc.html, en la que aparece España como el país europeo con mayor consumo de sedantes. ¿Para sedar qué? La vida hay que vivirla sin anestesia.

*Ángeles Jiménez es médico de familia y psicoterapeuta