por Henri Kaufmanner* 
Para la preparación del próximo encuentro “Tenemos que Hablar” preguntamos a Henry Kaufmanner a partir de un fragmento de un texto de la bibliografía seleccionada que hemos situado en la primera nota al pie.
Comentario de Henry Kaufmanner:

En los años 1960[1], Lacan alertaba de las modificaciones sufridas en medicina, a partir de la entrada decidida de la ciencia en su práctica[2]. Como consecuencia de tales modificaciones, el médico abandonó su posición tradicional para transformarse en un investigador y difusor de tecnologías, inserto en un equipo de investigadores.

De ese modo, la medicina pasa a ocuparse de la existencia del hombre en un mundo de exigencias científicas. Delante de esas nuevas exigencias, alimentada por los avances tecnológicos que imponen una nueva lógica, reduce los sufrimientos del cuerpo, cada vez más a los acontecimientos biológicos y físico-químicos.

No por casualidad, en aquel momento, Lacan acentuaba que si el médico quisiese,  de algún modo, recuperar algo de su función original, interesada en el sufrimiento, debería estar atento a la demanda de su paciente. Sería importante localizar el goce situado detrás de esa demanda. Delante de la exuberancia tecnológica, el goce sería el pobre de la fiesta, aquello que afecta al cuerpo que por ser efecto de la palabra, revela que hay una satisfacción en juego en la dolencia. Esta satisfacción, no siendo localizable por la tecnología, al entrar en escena, sorprende al médico.

Lacan apuntaba de ese modo, a la persistencia de un quantum de sentido en la práctica médica. No se trataría solo de un mal funcionamiento de un cuerpo.

Con el avance del mundo digital, de Internet, del acúmulo cada vez mayor de datos y estadísticas, esa primera disyunción entre el cuerpo de goce y el cuerpo biológico (tributario del pensamiento cartesiano) gana el refuerzo de los petabytes. Los resultados estadísticos, los metaanálisis, la proliferación de datos, crean un mundo que acontece en la virtualidad de la información, pero que es convocado como evidencia científica. La idea de constituir una medicina protocolaria, basada en evidencias, parte del presupuesto de que todo lo que ocurre en el cuerpo, además de localizable por marcadores biológicos, es contabilizable, y consecuentemente, estadísticamente medible.

Un saber autónomo estadísticamente verificable, se superpone a la singularidad del sufrimiento de un individuo. Si éste ya había cedido su lugar para un abordaje meramente científico de su cuerpo, ahora ve su padecimiento reducido a un trazo de contabilidad, un número de más en la abundancia de información del Big Data.

Los algoritmos del mundo digital dispensan de cualquier análisis causal o semántico. La estadística se anticipa al sufrimiento del ser hablante, reduciéndolo a sus predicciones. Con una cantidad suficiente de datos, los números hablarían por sí mismos.

El avance de la ciencia silenció a los astros, que ya no nos sorprenden con sus órbitas. El avance de los números silenció a nuestros cuerpos que también perdieron la capacidad de sorprender. Si quisiésemos rescatar aquello que es singular en el sufrimiento de cada hablanteser, y tener todavía, alguna posibilidad de sorpresa, es preciso que velemos para que nuestros cuerpos continúen siendo hablantes.

*Henri Kaufmanner es Psicoanalista, miembro de la EBP y la AMP, Psiquiatra, Máster en Psicología por la UFMG, Doctorando en Psicología por la UFMG, Tutor de la Residencia de Psiquiatría del IRS/FHEMIG

[1] Este texto responde a la sugerencia enviada al autor de que envíe un comentario sobre un párrafo del texto de Marina Garcés de la bibliografía del Tenemos que Hablar en su quinta edición: “Si nos hemos quedado sin futuro es porque la relación con lo que puede suceder se ha desconectado completamente de lo que podemos hacer. Por eso saber es igual. Podemos saberlo todo, como decíamos, pero igualmente no podremos hacer nada. Incluso la pedagogía actual y sus discursos y proyectos renovadores predican esta desconexión: es preciso prepararse para un futuro del que no sabemos nada. No se puede imaginar una afirmación más despótica y terrorífica que esta. No es una apertura a la incertidumbre y la creatividad, sino una desvinculación entre la acción y los aprendizajes presentes y sus consecuencias futuras. De lo que se trata es de delegar la inteligencia misma. Desresponsabilización y despolitización como condiciones para la delegación de la inteligencia. Ruptura del nexo ético de la acción.” (Garcés, M. Nueva ilustración radical Nuevos cuadernos anagrama. Barcelona, 2017 pág. 56)

[2] Lacan, J. «Psicoanálisis y medicina (1966).» En Intervenciones y textos 1, de J. Lacan, 86-99. Buenos Aires: Manantial.

Traducción del portugués: Araceli Teixidó