Al pie de la letra  

Nos encontramos preparando el próximo encuentro “Al pie de la letra”, esta vez de la mano de John Berger y su libro «Un hombre afortunado». Vuelve a interrogarnos ¿qué sostiene a un profesional como Sassall para continuar en el día a día cuidando a personas con experiencias variadas, algunas imaginadas y otras no?

Os invitamos a que compartáis una líneas, como parte del trabajo introductorio al encuentro del próximo día 6 de mayo, con preguntas, dudas o sugerencias a las que os ha llevado la lectura de este libro y que se entrelazan con vuestra experiencia clínica, y que en ocasiones os han interpelado en ese sostener el día el día con encuentros esperados o inesperados.

Meritxell Sánchez-Amat*

Hacía tiempo que tenía pendiente leer Un hombre afortunado. El momento ha sido el adecuado. Después de 20 años de ejercicio profesional, leer las reflexiones de John Berger sobre el trabajo de John Sassall me ha emocionado. Ser médica de familia (médica de cabecera) hoy en día no es fácil. Hay que vencer muchos obstáculos, muchos de ellos relacionados con lo poco que se espera de nosotros. Ni los que toman decisiones políticas, ni los que gestionan, ni la sociedad en general, ni muchos de los pacientes que atendemos, ni siquiera muchos médicos (incluidos algunos médicos de familia) tienen expectativas elevadas respecto a nuestro trabajo. Por eso leer un libro que da valor a lo que hace un médico rural es tan reconfortante y conmovedor.

Dice John Berger que Sassall, “con la intuición y la astucia que necesita hoy todo hombre afortunado para seguir trabajando en aquello en lo que cree, ha creado la posición que necesita”. Antes de poder crear la posición que necesito para trabajar en aquello que creo, he tenido que saber qué es lo que creo que es ser médica de familia. Lo que creía que era al acabar la residencia se ha ido ampliando a medida que he conocido compañeras que van más allá. La invitación a abdicar de ciertas tareas, implícita en la organización del sistema, es difícil de rechazar si no tienes muy claras cuáles son las funciones de la atención primaria. La mayoría de equipos se organizan priorizando la atención en consulta y dejan en un segundo lugar, como si fuera opcional, la atención domiciliaria, la atención al final de vida, la comunitaria, el trabajo estrecho con la enfermera. En mi caso, carezco de muchas de las ideas preclaras de los “natural born” médicos de familia, así que me he tenido que convencer que todo esto es “mío” y que tengo que hacerlo a pesar de que no se me facilite ni se me exija. Al mismo tiempo que he ido conformando mi idea de lo que es ser médica de familia, he ido creando “la posición que necesito” para llevarla a la práctica. Lo he hecho con esfuerzo, buscando complicidades en el equipo, con renuncias (algunas temporales, otras aparentemente definitivas) y también con logros.

Sassall también evoluciona. De los inicios centrados en las urgencias pasa a darse cuenta que tiene que “pasar más tiempo en la consulta, escuchando” y que “el paciente debía ser tratado como una personalidad total”, pues “la enfermedad es con frecuencia una forma e expresión, más que una rendición del cuerpo a las contingencias naturales”. Así, se convence que “su obligación es tratar al menos ciertas formas de infelicidad”. Esto me hace pensar en los frecuentes comentarios de colegas según quienes el médico se ve forzado a suplir las funciones del confesor o de las amistades y familiares pero que escuchar el malestar emocional de los pacientes no es su tarea. A la vez, piden psicólogos para derivarles los problemas “no médicos” de los pacientes. Como si el malestar emocional no estuviera íntimamente ligado a los síntomas físicos y al curso de las enfermedades, ya sea como causa, consecuencia o como factor modificante.

En el libro Berger habla del reconocimiento al explicar porqué se considera que Sassall es un buen médico. Dice que es porque “satisface las expectativas de fraternidad del enfermo”. En una medicina tan tecnificada como la actual, en la que los principales recursos del médico parecen ser las pruebas diagnósticas y el arsenal farmacológico, leer que el reconocimiento del paciente por parte del médico constituye el requisito básico para la cura o la adaptación arroja luz. Escogí esta especialidad porque me gustan más los enfermos que las enfermedades. El conocimiento sobre cómo enfermamos y cómo podemos curar y aliviar el padecimiento tiene sentido para mí en la medida que me sirve para ayudar a las personas concretas que atiendo. Estas personas me interesan de manera genuina y siento que ellas lo perciben y que, de alguna manera, eso importa y les ayuda. Las reflexiones de Berger acerca del reconocimiento, una vez más, validan mis impresiones y me conminan a seguir trabajando así a pesar de la inversión de tiempo y esfuerzo que supone. A veces dudo si tiene sentido, acto seguido me digo que no sabría hacerlo de otra manera. A partir de ahora podré releer a Berger para renovar fuerzas.

No sé si yo podría ejercer la medicina como lo hace Sassall. Su nivel de dedicación es completo. Me recuerda a lo que me cuentan de mi abuelo, médico rural de un pueblo de montaña a quien no conocí pues murió un año después de la publicación del libro. Estaba disponible 24 horas al día, siete días a la semana, todo el año. No se planteaba ninguna alternativa. Al fin y al cabo las gentes del pueblo hacían lo mismo, pues cultivaban la tierra y criaban animales y no tenían descanso. Siempre he pensado que yo no hubiera sido médica en esas circunstancias, pero eso no se puede saber. Los valores de la sociedad en general han cambiado y hoy en día aspiramos a tener un horario laboral y fines de semana y vacaciones. Tal vez 80 años atrás habría visto como normal esa exigencia y la vocación se hubiera impuesto… Y a pesar de todo, la dedicación de Sassall me interpela: ¿qué nivel de responsabilidad debemos asumir respecto a los pacientes que tenemos asignados? ¿Qué papel tiene la funcionarización de la profesión en el cambio en el sentido del deber hacia los pacientes? ¿Cómo encontrar un equilibrio entre los derechos laborales de los médicos y la dedicación?

Otro tema interesante es que Sassall atendía a su población de manera completa, era el único referente de salud de su población. Nuestro papel está tan difuminado, hay tantas puertas de entrada al sistema, tantos actores que intervienen en el cuidado del paciente, que los procesos por los que pasa se nos escapan. El conocimiento que tenemos del paciente, de su manera de enfermar y de sus necesidades no es tenido en cuenta, nadie nos pregunta y hay que insistir mucho para conseguir hablar con los médicos que los atienden en otros dispositivos. Incluso dentro de los equipos la atención global se complica: la atención domiciliaria en algunos centros se está dispensarizando y los pacientes que la necesitan cambian de médica y de enfermera; la atención domiciliaria aguda es atendida por rueda por el médico que toca y no se favorece, en general, que sea la médica de referencia; hay que luchar para poder acompañar a nuestros pacientes en el final de vida: a menudo ni ellos ni los servicios hospitalarios que los atienden esperan que lo hagamos… Ser referente del recorrido del paciente por el sistema es una tarea ardua que nadie nos encarga pero que creo que sería vital y mejoraría la experiencia del paciente, su salud y reduciría gastos innecesarios. Por eso cuando se habla de innovación en atención primaria, pienso a menudo que la mejor innovación sería devolver el protagonismo al médico (y enfermera) del paciente para que lo atendiera de manera integral y pudiera aportar su conocimiento en las decisiones que afectan su salud. No sé si Sassall pensaba en lo mismo cuando se preguntaba “cuánto hay en mí de reliquia del médico rural tradicional y cuánto del médico del futuro. ¿Se puede ser los dos al mismo tiempo?”.

Son tantas las reflexiones del libro que siguen vigentes… Para acabar, una más: “En nuestra sociedad no sabemos reconocer ni medir la contribución de un simple médico rural”, dice Berger. Seguimos igual.

*Meritxell Sánchez-Amat es médica de familia. Presidenta de la Junta del  Forum Català d’Atenció Primària (FOCAP). Barcelona.