por Manuel González Molinier

Comentario del artículo:
La palabra más usada en evaluaciones negativas del hospital fue «decir»
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La medicina ha entrado en crisis quizá por donde menos lo esperaba. Se trata de una crisis del decir. La renuncia del médico a la transferencia, a saber de ella, está teniendo sus efectos; porque aunque el médico sostiene una cada vez más sofisticada – o cuando menos, complejizada – técnica médica, parece haber dimitido de sostener la palabra.

Esto no solo tiene implicaciones en la vivencia subjetiva del paciente, sino también en la curación. No es infrecuente saber del estrago del médico en su ejercicio, por la vía de la queja. La angustia está asociada a una praxis tecnificada, donde la palabra sobra, y esto ha tenido su más visible repercusión en la reducción del tiempo de consulta. Sin embargo, no es ahí donde radica la fractura, no es una cuestión de tiempo sino de lugar para decir; el tiempo es en realidad una variable dependiente de esto otro, puesto que el decir lleva su tiempo.

No hay lugar para decir, y médico y paciente se ven presos de la misma trampa. No es difícil entonces entrar en una relación especular, agresiva, en la que uno se siente víctima del otro. Si la palabra del médico ha perdido su lugar y valor, no es de extrañar que el tiempo de la consulta se reduzca al mínimo; recetar, pedir pruebas o intervenir quirúrgicamente aparecen como la rama seca de un árbol de conocimiento al que se le ha podado la frondosidad de la palabra. No obstante, médicos y pacientes expresan insistentemente un malestar, que ocupa noticias y manifestaciones.

El malestar es el producto de la crisis de un decir que, de no traer la palabra, con todo su valor, de regreso a la consulta, hace el ejercicio de la medicina algo insoportable, para el médico y para el paciente.

*Manuel González Molinier es Médico psiquiatra. USMC de Las Lagunas (Málaga)