por Gema Sáez*

A veces la vida te coloca allá donde puedes dar. La participación en un grupo de referentes de eutanasia**, para dar soporte a profesionales de Atención Primaria, me vino dada sin planteármelo previamente, con la ley recién aprobada: me siento a favor de esta ley y puede influir que siempre he mostrado cierto interés por estos temas de final de vida y había acudido a diferentes seminarios por el derecho a morir o la despenalización de la muerte…

Pero todo ello no impide que se me abran un sinfín de preguntas. A alguna les puedes dar respuesta rápida: “¿Quién soy yo para juzgar lo que la otra persona debe hacer? Amas la vida, ¡sí! pero sin tener ningún tipo de sufrimiento más allá del que pueda ser fisiológico, por lo que no puedes hacerte una idea de lo que está pasando la persona que lo solicita”. Y otras más difíciles de elaborar: “¿Se les ha dado todas las alternativas? Quizá si cambia de escenario, cambia de opinión, pero ¿quiere?”.

Apenas iniciado el camino de formación como referente de eutanasia, recibo una llamada para ser la enfermera referente en el caso de un paciente que solicita la ayuda a morir. Tiene algunas implicaciones que van más allá de la novedad de este nuevo escenario: por un lado, la de acompañar a una profesional médica que no conozco y comenzar nuestra relación con la comunicación a través del teléfono; por otro lado, la de acompañar a una persona que ha tenido diferentes barreras en el proceso de solicitud generando un escenario en el que la aproximación no es desde una relación de cordialidad y vínculo clínico.

De nuevo sentimientos encontrados: “¿Seré capaz de acompañar en este proceso tan delicado? ¿Qué he de hacer?”. Al principio explorar venas para ver si es posible realizar la venoclisi para administrar la medicación, esta parte técnica que tanto miedo nos da, sentimos que no podemos fallar, sintiéndonos solas y en realidad es lo que menos importa de todo el proceso porque si encuentras dificultades en esta parte más técnica, puedes pedir ayuda. En realidad, lo importante es simplemente estar, acompañar con Respeto y Dignidad.

¿Cuáles eran las necesidades de la persona en aquel momento?, me pregunto. Su religión también nos afecta pues hay unos condicionantes a tener en cuenta dado que a las personas budistas no se les puede tocar el cuerpo porque necesitan hacer una transición. ¡Cuántas cosas que aprender! Te sientes en estado de montaña rusa, tu educación y los valores que te habían inculcado necesitas tu proceso para recolocarlos…

Finalizas con la mayor satisfacción de ver a una persona marchar sonriente, serena y en paz.

Una familia que ha enseñado el Respeto en su mayor potencia.

 Y unos profesionales, que nos quedamos tocados, pero con una enseñanza que jamás podemos olvidar.

*Gema Sáez es enfermera gestora de casos y referente territorial de eutanasia

**Desde la comisión organizadora hemos propuesto a algunos colegas:¿Qué preguntas te surgen frente a la demanda o posible demanda de un/a paciente de recibir ayuda para morir? ¿Qué cuestiones te has planteado o te plantearías en el tiempo de decidir? ¿Qué interrogantes te suscitan los efectos que estas demandas han tenido en ti?   Es decir, no esperamos respuestas, esperamos planteamientos, preguntas, aperturas. Nos parece que en cuestiones tan delicadas, es preciso plantear bien las cuestiones y demorar el tiempo de responder