por Liana Velado*
El médico en su trabajo se enfrenta no sólo al dolor y a la enfermedad sino a la muerte como límite de la misma, precedida en muchos casos de una agonía dolorosa y prolongada[1]. Muchos médicos, los de Atención Primaria todos, reciben la petición angustiosa de ayuda por parte del paciente y de la familia en el momento de la agonía, también la petición de tratamiento paliativo en el domicilio en casos graves en los que la intervención hospitalaria no supondrá ninguna mejora. En estos casos la presencia del médico, su compañía y la medicación alivian el sufrimiento del final de la vida. También en los hospitales en muchos casos el final es asistido. Estos actos – y son actos para el médico, que no le dejan indiferente – están recogidos por la Ley Básica de Autonomía del Paciente de 2002 y la Ley autonómica de Derechos y Garantías de la Dignidad de las Personas Enfermas y Terminales de 2015. Estas leyes recogen las opciones clínicas y recursos que garantizan que el paciente recibirá información y que ante una enfermedad terminal importante podrá rechazar el tratamiento o deliberar con el médico para adecuarlo y solicitar tratamiento paliativo e incluso concertar una sedación paliativa. Lo que introduce la Ley de 2021 es la eutanasia, que supone un matiz, o gran matiz, que es tal vez lo que provoca desasosiego en muchos médicos y es, creo yo, a quien va dirigido este nuevo derecho: personas que sufren una enfermedad grave e incurable o un padecimiento crónico e imposibilitante, que debe estar certificado por el médico responsable y que lo pide el paciente según lo establece la ley. En estos casos la muerte no está en curso ni próxima previsiblemente, suprimir tratamientos no le lleva a la muerte, no se trata de una ayuda para atenuar o eliminar el sufrimiento del proceso de morir. La muerte en la eutanasia es iniciada por el médico activamente y ahí se enfrenta a un acto contrario a los principios de su profesión que es curar, pero hay también otro principio en su profesión que es eliminar o atenuar el sufrimiento y en ese punto la eutanasia solicitada por un sujeto, que es su paciente le involucra. Es un paciente con una vida limitada, en la que no hay sino sufrimiento y que sólo la eutanasia lo evitaría. ¿Cómo no atender a eso?.
Hemos visto en los medios, y los médicos lo ven cada día en su trabajo, lo insoportable que es la vida para algunos sujetos. Es un sujeto singular el que sufre sin límite y pide una ayuda radical a otro, que se ve concernido como sujeto y para el cual tal vez la vida tenga otro valor, un valor también en el dolor. El médico, si su paciente llega a ese punto, crucial para ambos, tendrá que escuchar y salvadas las cuestiones médicas y legales, podrá responder que sí, que se compromete en ello y será un acto con consecuencias irreversibles para el paciente y consecuencias para él, también irreversibles porque las consecuencias de un acto siempre lo son. Si el médico responde no, también es un acto con consecuencias que también serán irreversibles. Por eso en ambos casos la conversación es necesaria. Si el paciente puede hablar de su decisión con un analista durante un tiempo, esta puede ser tomada tal vez, con menos angustia o sin angustia, también para el médico. La eutanasia no deja indiferente al médico convocado en ella, porque no es sólo la muerte de su paciente, es la muerte como un proceso que también a él le afecta y de manera singular, por eso es diferente cada vez y en unos casos podrá ser soportable y en otros no para el mismo médico. Analizar las consecuencias de un pedido de eutanasia, que es una pedido de muerte, puede permitir transitar la angustia que un acto así provoca y tal vez el médico pueda responder desde otro lugar con menos angustia y más elaborado.
Hay otro tema importante y es como afecta en una familia un acto así, como afecta a padres, hermanos, esposos o hijos, los que estén próximos a quien se someterá a la eutanasia. Cómo vivir después, porque no será sin consecuencias también para ellos.
[1] Texto presentado en el encuentro Nudos que tuvo lugar el 2 de octubre de 2021 por vía telemática en que la Red Psicoanálisis y Medicina convocó a psicoanalistas que trabajan en instituciones concernidas por la aplicación de la nueva Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia.
*Liana Velado es psicoanalista miembro de la ELP y la AMP, médica y co-coordinadora de la Red Psicoanálisis y Medicina